miércoles, 18 de septiembre de 2019

ESCAPADAS DEL COLEGIO.







  ESCAPADAS COLEGIALES


1971 PROMOCIÓN JOSE MARIA ARGUEDAS
LA CANTUTA.



   Mi primera  escapada, fue en jardín de la infancia en el colegio de aplicación de la Cantuta,   tenía cinco años , gordito  con mandil blanco, el aula  tenía un amplio ventanal  que cubría una de las paredes, que nos permitía ver lo los jardines y el sembrío de maíz por  donde el viento  se filtraba silbando. A ver si me acuerdo casi 60 años después; estaban también los casilleros donde teníamos nuestros útiles, una pecera que regalo mi padre, en una pared la imagen del niño Jesús de Praga, al que rezábamos todas las mañanas, la pianola que tocaba nuestra profesora Rosa.

Un recuerdo permanente de primaria son  los salones, baños, pasadizos  todo el colegio siempre  limpio,  olía a cera, los pasadizos lustrados  por donde corría y nos deslizábamos sobre Las rodillas, mi colegio está ligado a la limpieza  y al mandil blanco, tenía un sueño que nunca me lo quitaba  ni en la universidad, en las prácticas de química cuando lo usaba, me traía recuerdos del mandil.

Al  lado  del aula con mesas de colores   redonda cuadrada rectangular, estaba el cuarto de juegos, con muñecos herramientas, un teatrín de marionetas.  La pared que daba a los jardines era de madera y no llegaba al techo, como una mampara  un espacio conectado  al aire libre, pegada a esa pared había mesa con los juguetes.
De quien fue la idea no lo recuerdo, estábamos Carlitos, Alberto, Jorge y alguien más , pusimos una sillita en la mesa y alcanzamos el borde superior con facilidad,  nos subimos y nos descolgamos para el patio de formación. Salimos corriendo felices, salir sin rumbo por el gusto puro de escaparse, de ser libres, de retar la norma, sin malicias muertos de risa comenzamos  por los juegos  de allí  por los inmensos jardines de la entonces Escuela Normal, alguien se percató de la fuga y de pronto éramos perseguidos por tres profesores   capturados después de la correteadera que se originó, por  más empeño en querer eludirlos fuimos capturados. No recuerdo castigos, solo la risa y el aire frio en el rostro y  a los profesores corriendo detrás de nosotros.

  Más de una vez nos escapábamos a corretear por los cerros,   rumbo al río  esperaren una islita en medio del rio que abran la compuerta y ver como súbitamente se incrementaba el caudal y salir a la orilla cuando estaba  cerca, el miedo de quedarse en medio ,que sucedió y había que esperar al lerdo a que baje el caudal, mas de una vez en la desesperación con el agua  pisando los talones resbalábamos y llegábamos a la orilla mojados, al jardín botánico, a la ladrillera, una construcción por la chacra y las casa de los profesores, al cerro del triángulo,  regresábamos apurados muy retrasados cuando ya el recreo había terminado  los compañeros ya estaban sentados  llegábamos sudados cansados  felices.

Una de las aventuras más seguidas era escaparse al cerro del triángulo, detrás de la capilla a medio construir,  teníamos que comenzar a subir  cruzando primero la acequia, entre el cañaveral que brotaba. Llegar al triangulo un cartel de metal en un tubo. Hasta hoy no sé qué significa ese aviso. Desde allí  el  lindo panorama  se veía todo el colegio la universidad, el rio y la otra ribera, el barrio de pedregal y la carretera central. En invierno la neblina hace desaparecer con su manto blanco las casas y edificios, la vemos correr empujadas por los vientos,  regresamos después de darle una vuelta  viendo los vestigios de tumbas profanadas aun con restos de cerámica prehispánica. Desde allí se podía  había una subida lateral al Talcomachay el gran cerro con la cruz, de hecho era el examen que nos tomaba en educación física en secundaria , el profe no subía, no esperaba sentado en el gimnasio.  Pensándolo bien hoy, fue una imprudencia del profe mandarnos a subir un cerro con precipicios,  más de una vez nos caímos porque lo hacíamos corriendo por senderos  de un metro de ancho, Paco recuerdo era siempre uno de los punteros , delgado muy rápido nunca le ganamos , fue el que rodo varios metros , todo raspado siguió corriendo , se llegaba por la parte de atrás , por donde existen excavaciones o túneles , coronábamos  ,el premio era ver el valle  ,más allá de la central eléctrica Juan  Carossio, camino a Ricardo Palma, y por el oeste Santa María y el club El Bosque. La bajada empinadísima,  la hacíamos también con toda la imprudencia de chiquillos, si mi madre lo hubiera  sabido  me sacaba del colegio, colegio mixto muchas chicas lo hacían con más destreza que varios varones. 

Esas escapadas en primero de secundaria con Manuel , Carlos, Quique David, Hugo, eran una aventura llegar a la acequia  que corría por el cerro, treparnos al molle que no sé cómo creció en un sitio tan escarpado, las ramas daban al vacío y allí nos subíamos, hoy no hubiera permitido que un hijo o un nieto hiciera tal temerario acto, realmente no teníamos conciencia  que pudimos habernos matado en una caída. Al subir  el cerro árido debajo de las piedras las avispas hacían sus panales, el gato Walter, y otros  le gustaba ir buscando y mirando donde estaban moverlas para hacerlas salir en su defensa, ¿Cuál era la diversión ? salir disparados escapando de las picaduras, no siempre era posible y el más lento  o peor ubicado salía con su premio , picado , más  de una vez me toco la más fuerte  fue una cerca del ojo  que me lo hincho que termine en la emergencia,  otro que recordamos siempre es a Carlos más conocido como pajarito, su corte de pelo militar siempre  rapado, era de los chicos del salón, jodido y rabioso hasta viejo, una vez le picaron dos o tres avispas, en la cabeza,  lo auxiliamos  sacándolo  a la volada, alguien dijo con barro le va a dejar de doler , llegamos a la acequia y le embarramos la cabeza . Como llegamos al colegio embarrados picados  no recuerdo además de las risas. Siempre nos ponían amoniaco en la picadura que olía feísimo.

Otras veces nos íbamos siguiendo la acequia que corría por el cerro, cazábamos lagartijas hoy no podría ni caminar seguro lo haría gatas, tenía un muro de menos de un metro del otro lado el cerro, por el angosto muro caminábamos , a veces el borde  daba a precipicios, pasábamos por  el club Regatas, seguíamos hasta estar  frente a Santa María, el tranquilo barrio antes de llegar a Tarazona.
En primero de media, año 67, el sistema era con menos control  venia un profesor dictaba su clase se iba  y los breves minutos de una clase a otra, era para ir al baño o una estiradita,  no puertas cerradas, con Hugo planeamos las escapadas al cine  en matiné. Entrabamos a las dos  y la salida era a las cinco, el colegio estaba retirado de la ciudad, así que era un ir o venir o a veces quedarse a almorzar en el comedor de estudiantes universitarios igual uno pagaba su ticket y entraba, un amigo  tenía a su padre trabajando en la cocina  o en el comedor, este es un recuerdo que viene después de muchísimos años. A las tres con un polo o debajo de la camisa caqui del uniforme, salíamos disparados a Chosica, nos quitábamos la camisa y teníamos una bolsa donde esconderla, así llegábamos al cines esperábamos que empezara la película y nos subíamos a balcón previa sobornada con  cincuenta céntimos nos encontrábamos con los que se habían tirado la pera del otro colegio  el Pablo Patrón y de los de quinto de media del nuestro, éramos los más chiquillos de esas escapadas.

Cuando estuve en el Champagnat no me pude escapar porque la vigilancia y la disciplina existían además el portón del colegio con portero  estaba cerrada durante las clases. Se reiniciaron en el 70 cuando regrese a la Cantuta, pero no fuero tantas, ni tan recordadas como las de primero de primaria.




3 comentarios:

  1. Que lindas aventuras! Yo tmb me escapaba y mi mandil blanco terminas mugroso que lindos recuerdos!! Me encanto 💞💞💞

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  2. Que lindas aventuras !!! Yo tmb me echaban y mi mandil blanco terminaba mugroso, que lindos recuerdos !!! Me encanto 💞💞💞💞

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  3. Que historia para interesante, por mi parte debo confesar que me era muy difícil estar sentado de 8 a 12 y luego de 2 a 5 de la tarde, cada vez que podía me escapaba ´´me hacía la vaca´´, por supuesto mis calificaciones con las justas permitían aprobar los cursos en contraparte fui y soy un lector compulsivo y un viajero empedernido

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