EL CHICO QUE TODO LO HACIA BIEN.
Nos hicimos amigos en primero de
primaria por los años sesenta, .más de cincuenta y cinco años, Juan Luis, era
el más pequeño del salón, y siempre los conocimos como Juanito.
Vivíamos cerca, a unas tres
cuadras, era de una familia humilde, su casa era pequeña, en la subida a San
José el barrio que bordeaba el cerro del mismo nombre y donde estaba la cruz
del Chosica, su madre trabajaba en casa también era pequeña, y su padre
empleado público tampoco era alto, Juanito era pequeño delgadito y cabezón pero nunca nadie le hizo burla ni lo
molestaron, era y sigue siendo un tipo agradable amable. Los compañeros lo queríamos y protegíamos.
Estudiamos primaria y secundaria,
un chico muy hábil, estudioso, siempre estaba entre los primeros puestos, yo era
más bien un alumno flojo, con otros intereses no escolares, mi padre me
reclamaba que tenía todas las cosa para ser el mejor alumno, pero algo en mí no funcionaba, para mí el
colegio eran los amigos los recreos, las tareas y la atención a clases no entraban en mi cabeza era muy distraído.
En cambio mi amigo Juan Luis era
un atento estudiante, se sentaba en la
primera fila y tenía una concentración muy fuerte en los que decía el profesor o profesora, sus
cuadernos era limpios con una letra de una uniformidad increíble del mismo
tamaño desde primaria hasta secundaria, sin faltas de ortografía , los títulos subrayados en rojo, los mapas hechos a mano
sorprendentemente casi iguales a los libros,
cumplía todas las tareas, siempre estaba al día en los cuadernos , yo
iba siempre a su casa para que me los prestara para ponerme al día, no iba mucho a la casa de otro compañero y amigo que
también vivía en el barrio, Rodolfo , porque tenía una letra horrible creo peor
que la mía.
Yo era alumno de media tabla de
los treinta andaba por el puesto quince. A veces lograba el noveno, sin mayor
esfuerzo ni preocupaciones, pero Juanito era disciplinado dentro y fuera del
colegio, no necesitaba que su mamá lo anduviera empujando para las tareas el solo se sentaba hacer sus
tareas con una extraña concentración con sus lápices lapiceros borrador regla
eran un orden permanente. A veces yo llegaba a su casa y me hacía pasar pero
mientras no terminaba su tarea no me hablaba yo lo miraba o de otro cuaderno
comenzaba a ponerme al día, con mi letra infame y las puntas de las hojas de mi
cuaderno todas dobladas, sus sala era además comedor y sala de trabajo de su
mamá.
Con el chato como le decíamos nos
unía una gran amistad que trascendía el colegio, en vacaciones o los fines de
semana salíamos a montar bicicleta, recuerdo que la suya era contra pedal de
esas que al parar y poner el pedal para atrás se frenaba. Jugábamos fútbol en
su barrio.
Además de ser un gran alumno, jugaba futbol con destreza, llevaba la pelota, por decir hoy como Messi,
pegadita al pie dribleando a todos hasta que uno más grande lo sacaba con
el cuerpo fauleandolo tenía un extraordinario dominio
de la pelota, no tanto del juego en equipo.
Tanto era que en las pataditas, las dominadas era un campeón interminable , eso de darle a la pelota sin que caiga al suelo , golpecitos suaves con el empeine para que la pelota no se eleve mucho , donde la posición del cuerpo es especial así como los brazos para conservar el equilibrio, y la manos con los dedos crispados, los mas diestros mayores los de secundaria hacían hasta ochenta antes de cansarse , yo llegaba en mis momento estelares ,muy raros además a 20 pero el chato iba por 180 y seguía con la mirada fija en la bola, los movimientos rítmicos, monótonos.
Tanto era que en las pataditas, las dominadas era un campeón interminable , eso de darle a la pelota sin que caiga al suelo , golpecitos suaves con el empeine para que la pelota no se eleve mucho , donde la posición del cuerpo es especial así como los brazos para conservar el equilibrio, y la manos con los dedos crispados, los mas diestros mayores los de secundaria hacían hasta ochenta antes de cansarse , yo llegaba en mis momento estelares ,muy raros además a 20 pero el chato iba por 180 y seguía con la mirada fija en la bola, los movimientos rítmicos, monótonos.
Tanto fue así que lo animamos a
presentarse a un concurso en televisión de un programa infantil el del tío
Johnny. Un tío en una parte del camino que aparecía a las cinco de la tarde
vestido con un saco a rayas amarillas y negro y una sarita, un sombrero de
paja. Era un concurso nacional lo gano
le dieron un televisor de premio.
Especial era Juan Luis, todo lo hacía
bien, cantaba bien, recitaba largas
poesías. Jugaba bien al futbol, unos años después estaríamos en quinto de primaria
creo, y salió el concurso de yoyo Roussel,
con pruebas de habilidad y destreza, el dormilón, el columpio, tirar el yoyo para arriba, la vuelta al mundo
que era un giro en 360 grados, y volver a recoger la pita del yoyo. También en la televisión se presentó y
también lo gano, con una tranquilidad asombrosa, sin mayores gritos, parecía no
emocionarse, apenas levantaba los hombros y una sonrisa .
Igual sucedió después con uno de
paleta pelota, unidos por un elástico
que había que hacer rebotar y hacer unas piruetas que requerían mucha práctica
y concentración. Gano el concurso tranquilo, de lejos. Lo que hacía carretita.
esa fue su chapa del barrio, lo hacía
bien.
Cuando estábamos en quinto de
media en 1971, estábamos metidos en el mundo del rock con Woodstok , los hipis y la marihuana como vehiculo a otras percepciones distorsionadas
de la realidad como muchos chicos de esa edad Juanito se puso a fumar hierba como lo hizo con todo lo que
hacía, con pasión dedicación , entusiasmo , fumaba mucho y andaba en las nubes.
Cuando toco postular a la universidad , dejo todo y se preparó con ahínco, logrando entrar a San Marcos, fue allí
que hizo un viaje a Huanta en Ayacucho con unos amigos y se compró una guitarra
con la poca plata que tenía, y siguió sus experiencias con la marihuana y aprendía
con rapidez a tocar la guitarra, lo que
no nos asombró, aprendió con una revista de cinco soles, por ese tiempo comenzó a experimentar con
otros alucinógenos con hervidos del cactus San Pedro, las flores de floripondio.
Eso lo desubicó andaba ido y tocando la
guitarra a la que había agregado una armónica
pasaba los días en eso.
Los amigos del colegio estábamos
en la diferentes universidades pero
sabíamos de las andanzas de Juanito, la gente decía ya quemo, solo vive para
fumar parece que se hizo adicto, había descuidado su aspecto y como que había
perdido la sonrisa y el afecto.
Hasta que un día nos avisaron que
había tenido una crisis y lo habían internado en el hospital psiquiátrico
Hermilio Valdizan mas conocido como El Asesor.
Nunca llegamos saber el diagnostico, estuvo internado varias semanas, con los
compañeros más cercanos lo fuimos a ver, era una realidad fea, llegamos y los
internos nos pedían cigarros, todos con evidentes trastornos mentales, viejos que se reían,
solos, hombres acurrucados en una esquina, otro hablando solo, otros corriendo
por el campo deportivo, Juanito nos llevó a su dormitorio un ambiente con seis camas, con suelo de cemento pulido, un baño
común no muy limpio.
Me mostró en un momento que
estuvimos solos una cajita e fósforos
con unas pastillas descoloridas que no había tomado y engañaba a las
enfermeras colocándolas debajo de los labios, cuando le requerían abrir la
boca – averíguame para que sirven, me
hacen daño- me dijo.
Le explique que no podían
identificarse así, tampoco sabía el nombre de las pastillas, cuando salíamos,
le informe al enfermero de lo que hacia mi amigo, salimos muy tristes. A las
semanas le dieron de alta, nunca más fue el mismo , hablaba diferente como que
se perdía en lo que decía, la mirada
perdida ,salía con otros temas se acordaba de cosas del colegio y reía.
Pasaron los años y no se recuperó
no podía trabajar, andaba con su guitarra, y eventualmente vendía gelatinas que
su madre le preparaba, tenía momentos de mucha lucidez y conversábamos de la actualidad,
pero de pronto se perdía y se quedaba
callado, y se perdía en el pasado. Con los años recupero cierto
equilibrio, y hasta hace poco se mantenía bastante bien, yo ya vivía en Lima y
casi no nos veíamos. Creo que esa genialidad que el colegio no pudieron
identificarla comprenderla por que no estaba identificada para darle un trato
especial no era otra cosa que un chico
asperger.
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