martes, 16 de julio de 2019


 EL CHICO QUE TODO LO HACIA BIEN.


Nos hicimos amigos en primero de primaria por los años sesenta, .más de cincuenta y cinco años, Juan Luis, era el más pequeño del salón, y siempre los conocimos como Juanito.

Vivíamos cerca, a unas tres cuadras, era de una familia humilde, su casa era pequeña, en la subida a San José el barrio que bordeaba el cerro del mismo nombre y donde estaba la cruz del Chosica, su madre trabajaba en casa también era pequeña, y su padre empleado público tampoco era alto, Juanito era pequeño delgadito y cabezón  pero nunca nadie le hizo burla ni lo molestaron, era y sigue siendo un tipo agradable amable. Los compañeros  lo queríamos y protegíamos.

Estudiamos primaria y secundaria, un chico muy hábil, estudioso, siempre estaba entre los primeros puestos, yo era más bien un alumno flojo, con otros intereses no escolares, mi padre me reclamaba que tenía todas las cosa para ser el mejor alumno,  pero algo en mí no funcionaba, para mí el colegio eran los amigos los recreos, las tareas y la atención a clases  no entraban en mi cabeza  era muy distraído.

En cambio mi amigo Juan Luis era un  atento estudiante, se sentaba en la primera fila y tenía una concentración muy fuerte   en los que decía el profesor o profesora, sus cuadernos era limpios con una letra de una uniformidad increíble del mismo tamaño desde primaria hasta secundaria, sin faltas de ortografía , los títulos  subrayados en rojo, los mapas hechos a mano sorprendentemente casi iguales a los libros,  cumplía todas las tareas, siempre estaba al día en los cuadernos , yo iba siempre a su casa para que me los prestara para ponerme al día, no iba  mucho a la casa de otro compañero y amigo que también vivía en el barrio, Rodolfo , porque tenía una letra horrible creo peor que la mía.

Yo era alumno de media tabla de los treinta andaba por el puesto quince. A veces lograba el noveno, sin mayor esfuerzo ni preocupaciones, pero Juanito era disciplinado dentro y fuera del colegio, no necesitaba que su mamá lo anduviera empujando  para las tareas el solo se sentaba hacer sus tareas con una extraña concentración con sus lápices lapiceros borrador regla eran un orden permanente. A veces yo llegaba a su casa y me hacía pasar pero mientras no terminaba su tarea no me hablaba yo lo miraba o de otro cuaderno comenzaba a ponerme al día, con mi letra infame y las puntas de las hojas de mi cuaderno todas dobladas, sus sala era además comedor y sala de trabajo de su mamá.

Con el chato como le decíamos nos unía una gran amistad que trascendía el colegio, en vacaciones o los fines de semana salíamos a montar bicicleta, recuerdo que la suya era contra pedal de esas que al parar y poner el pedal para atrás se frenaba. Jugábamos fútbol en su barrio.

Además  de ser un gran alumno, jugaba futbol con  destreza,  llevaba la pelota, por decir hoy como Messi, pegadita al pie dribleando a todos hasta que uno más grande lo sacaba con el  cuerpo  fauleandolo tenía un extraordinario dominio de la pelota,  no tanto  del juego en equipo.

 Tanto era que en  las pataditas,  las dominadas era un campeón interminable  , eso de darle a la pelota sin que caiga al suelo , golpecitos suaves con el empeine para que la pelota no se eleve mucho , donde la posición del cuerpo es especial así como los brazos para conservar el equilibrio, y la manos con los dedos crispados, los mas diestros mayores los de secundaria  hacían hasta ochenta antes de cansarse , yo llegaba en mis  momento estelares  ,muy raros además a 20 pero el chato iba por 180 y seguía con la mirada fija en la bola, los movimientos rítmicos, monótonos.

Tanto fue así que lo animamos a presentarse a un concurso en televisión de un programa infantil el del tío Johnny. Un tío en una parte del camino que aparecía a las cinco de la tarde vestido con un saco a rayas amarillas y negro y una sarita, un sombrero de paja. Era un concurso nacional  lo gano le dieron  un televisor de premio.

Especial era Juan Luis, todo lo hacía bien, cantaba  bien, recitaba largas poesías. Jugaba bien al futbol, unos años después estaríamos en quinto de primaria creo, y salió el concurso de yoyo Roussel,   con pruebas de habilidad y destreza, el dormilón, el columpio,  tirar el yoyo para arriba, la vuelta al mundo que era un giro en 360 grados, y volver a recoger la pita del yoyo.  También en la televisión se presentó y también lo gano, con una tranquilidad asombrosa, sin mayores gritos, parecía no emocionarse, apenas levantaba los hombros y una sonrisa .

Igual sucedió después con uno de paleta pelota, unidos por un elástico  que había que hacer rebotar y hacer unas piruetas que requerían mucha práctica y concentración. Gano el concurso tranquilo, de lejos. Lo que hacía carretita. esa fue su chapa del barrio,   lo hacía bien.

Cuando estábamos en quinto de media en 1971, estábamos metidos en el mundo del rock con Woodstok  , los hipis y la marihuana como  vehiculo a otras percepciones distorsionadas de la realidad como muchos chicos de esa edad Juanito se puso    a fumar hierba como lo hizo con todo lo que hacía, con pasión dedicación , entusiasmo , fumaba mucho y andaba en las nubes. Cuando toco postular a la universidad , dejo todo  y se preparó con  ahínco, logrando entrar a San Marcos, fue allí que hizo un viaje a Huanta en Ayacucho con unos amigos y se compró una guitarra con la poca plata que tenía, y siguió sus experiencias con la marihuana y aprendía con rapidez a tocar la  guitarra, lo que no nos asombró, aprendió con una revista de cinco soles,  por ese tiempo comenzó a experimentar con otros alucinógenos con hervidos del cactus San Pedro, las flores de floripondio. Eso lo desubicó  andaba ido y tocando la guitarra a la que había agregado una armónica   pasaba los días en eso.

Los amigos del colegio estábamos en la diferentes universidades  pero sabíamos de las andanzas de Juanito, la gente decía ya quemo, solo vive para fumar parece que se hizo adicto, había descuidado su aspecto y como que había perdido la sonrisa y el afecto.

Hasta que un día nos avisaron que había tenido una crisis y lo habían internado en el hospital psiquiátrico Hermilio Valdizan  mas conocido como El Asesor. Nunca llegamos saber el diagnostico, estuvo internado varias semanas, con los compañeros más cercanos lo fuimos a ver, era una realidad fea, llegamos y los internos nos pedían cigarros, todos con evidentes  trastornos mentales, viejos que se reían, solos, hombres acurrucados en una esquina, otro hablando solo, otros corriendo por el campo deportivo, Juanito nos llevó a su dormitorio  un ambiente con seis  camas, con suelo de cemento pulido, un baño común no muy limpio.

Me mostró en un momento que estuvimos solos una cajita e fósforos  con unas pastillas descoloridas que no había tomado y engañaba a las enfermeras colocándolas debajo de los labios, cuando le requerían abrir la boca  – averíguame para que sirven, me hacen daño- me dijo.

Le explique que no podían identificarse así, tampoco sabía el nombre de las pastillas, cuando salíamos, le informe al enfermero de lo que hacia mi amigo, salimos muy tristes. A las semanas le dieron de alta, nunca más fue el mismo , hablaba diferente como que se perdía en lo que decía,  la mirada perdida ,salía con otros temas se acordaba de cosas del colegio y reía.

Pasaron los años y no se recuperó no podía trabajar, andaba con su guitarra, y eventualmente vendía gelatinas que su madre le preparaba, tenía momentos de mucha lucidez y conversábamos de la actualidad, pero de pronto se perdía  y se quedaba callado, y se perdía en el pasado.Con los años recupero cierto equilibrio, y hasta hace poco se mantenía bastante bien, yo ya vivía en Lima y casi no nos veíamos. Creo que esa genialidad que el colegio no pudieron identificarla comprenderla por que no estaba identificada para darle un trato especial  no era otra cosa que un chico asperger.






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