miércoles, 23 de enero de 2019

LA CASA ABANDONADA.

                                                 
                                                  LA CASA DE LOS CISNES.


La infancia nunca se fue
Esta allí , no regresa, solo reaparece en los sueños.
en las fotos en blanco y negro.







La casa de las Cisnes,actualmente, antes no tenia la proteciones verdes y
se podía ver el interior, fotos Juan Alzamora Oneto.





Desde niño me fascinaron las casas antiguas cerradas y vacías. Donde vivía, Chosica de niño en la década de los sesenta, el pueblo era todavía un sitio bucólico, un valle angosto  en la subida a los andes, pueblo pequeño, lugar para que los limeños huyendo de las lloviznas disfruten  del  sol que sale todos los días del año, la Villa del Sol.

Un lugar donde a fines del siglo XIX  y comienzos del XX  la gente de dinero de Lima, lo estableció como  su balneario de invierno, construyendo hermosas casas, mansiones, alrededor del parque central de la iglesia y la municipalidad, casonas a las que venían  de Junio hasta fines de Agosto, que luego cerraban, para regresar a Lima y en Enero partir a Ancón.

Las casonas, por la década del 50 comenzaron a dejar de ser frecuentadas en los meses invernales   para venir solo algunos fines de semana. Seguro debido a las mejoras en la carretera central o la facilidad y la modernidad de tener automóviles.

 Me contó mi abuelo que una vez el presidente de la República el general  Sánchez Cerro, años treinta, también tenía una casa y pasaba  un fin de semana en el pueblo. En una reunión con mucho alcohol tuvo un accidente y una herida que suturar. Buscaron al médico que  no estaba, fueron a la farmacia de mi abuelo Sergio Manuel Alzamora Lavado que si estaba  pues allí vivía. Con la confianza de haberlo hecho antes con su amigo el medico  procedió a suturarlo. Pocos saben de esta anécdota.

Lo cierto es que en mi niñez chosicana muchas casas estaban   cerradas todo el año , a lo más vivía un guardián  a veces con su familia en la parte posterior , mantenía los bellos jardines y hacia la limpieza y las cuidaban . Cuando paseaba en bicicleta escuchaba las historias de las casas, una en especial en el jirón Trujillo y Tacna no tenia jardines y las paredes grises se levantaban desde las veredas en la pared que daba para Tacna, tenía dos ventanitas pegadas al suelo, decían los niños que iban a los colegios que habían vista fantasmas, que de noche se escuchaban gritos.


Casonas en calles amplias silenciosas  umbrosas, de ficus y pinos, calles poco frecuentadas, como el jirón Cusco  de cuadro cuadras largas y muy oscuras de noche, y las calles adyacentes también poco iluminadas, lugares de encuentros nocturnos de parejas en busca de intimidad, en los árboles o en las entradas de las casas oscuras y vacías cobijados por las sombras.

Casas con grandes jardines  protegidos por rejas de madera , con puertas y ventanas muy altas ,siempre cerradas, enigmáticas, con angostos pasadizos  laterales, abandonadas por sus dueños seguro ancianos ya, que se les hacía cada día más difícil salir de sus mansiones limeñas, y que los hijos y nietos preferían no visitar  para no aburrirse en un pueblo al que no llegaba bien ni la radio ni la naciente televisión , donde la entretención era ir al parque y ver los domingos los partidos de futbol, en una cancha rodeada de eucaliptos.

 Durante la semana ir al parque a sentarse  o a los juegos, y también al cine. En la temporada más bulliciosa estaba la Hostería un lugar de recreo con piscina, al lado de un cine y flaqueado por el rio Rímac por el otro lado.  O al casino de donde se solía organizar fiestas los fines de semana o las muy concurridas de disfraces por los carnavales o bingos, así de tranquilo era el pueblo con sus muchas casas vacías que iban envejeciendo.

La gente del  pueblo, los que  vivíamos en forma permanente nos acostumbramos a esas casonas oscuras,  la noche se instalaba la nueve con el  pito del tren que llegaba de la sierra, y la ciudad se silenciaba los negocios ya cerrados la gente en sus casas, el parque solitario poco alumbrado dos o tres negocios quedaban abiertos en la parte comercial en la avenida 28 de Julio el cine, y el billar.

Vivíamos frente al parque, le decían la casa de los cisnes en el jirón Callao. Casona igual antigua que mi padre alquilo, en realidad eran tres casas la del dueño el señor apellidado  Marroom  o algo parecido, allí  fue el primer velorio que vi y mi mamá no quería que me asome cuando el  padre del señor Marroon  falleció , no sé porque me parecía que era judío. La otra casa la del centro que tenía una entrada como una cochera con un techo de enredaderas de jazmín y unas flores naranjas en forma de tubito al que le sorbíamos el néctar   allí Vivían los Velásquez,  Manuel, Antuca, Elisa la bella, Carlos y la menor de mi edad  Isolina,  la madre era directora del colegio fiscal de mujeres y las fiestas y desfiles la recuerdo muy elegante y con unos sombreros de plumas.   

Nosotros cuatro hermanos en ese entonces, papá médico, y mamá en la casa más bonita con una pérgola chiquita al con cuatro fierros que sostenían un a enramada de enredaderas y flores y un banco de mármol de dos metros para sentarse a ver pasar las tranquilas tardes. Casa de techos muy altos  los dormitorios con pisos de listones muy gastados y puertas con manillas redondas blancas, el dormitorio de los hermanos era tan amplio que entrabamos los cuatros y quedaba espacio, en el techo había un tragaluz, la parte de atrás tenía un gallinero una piedra antigua que servia de batan y dos cuartos,  uno de ellos de la empleada, había una inmensa puerta clausurada que daba a la casa de los Velásquez. Allí. Esa parte no había luz y me daba mucho miedo por las noches,  en general cuando oscurecía toda la casa me daba miedo.

Nuestra casa colindaba con una de esas casonas la parte lateral era la colindante y era un gran jardín, la entrada principal estaba dando vuelta la esquina con frente a la carretera central, la casa al centro rodeadas de amplios jardines; notros éramos los vecinos de la parte de atrás.

Nunca vimos gente viviendo, siempre cerrada era en la esquina de  la avenida Lima Sur –la carretera central – y el jirón Callao.

Solía subirme  a una pared colindante caminando por un dintel para observar la soledad y abandono, de la parte trasera de tierra muerta reseca, la pintura de las paredes descascarándose por el sol y la lluvia,  cuatros ventanales inmensos cerrados por puertas de madera. Una puerta igual de descolorida con dos peldaños, al costado de esa puerta al ras del suelo asomaba una pequeña ventana con barrotes cerrada era de un sótano.

Tenía planeado entrar algún día subrepticiamente, el problema central era bajar por la pared y claro luego salir por el muro bastante alto, requería  una escalera muy alta, que no tenía. Requería de cómplices y mis hermanos eran muy chicos para la aventura, mis primos de mi edad no eran de ese tipo de ilícitas aventuras.

Pasaba el tiempo y no hallaba solución para la incursión en la casa vacía, un día de invierno invite a un amigo del barrio que vivía en la misma cuadra en una casa también inmensa pero de aires más modernos y de otro estilo, a jugar  y le conté   que quería entrar a esa casa, subimos a la azotea y estudiamos el terreno, sin escalera era imposible, al salir a la calle  vimos la pared de la casona que  daba a la calle como de metro cincuenta y las rejas de madera, total tres metros aproximadamente. – nos trepamos por acá dijo-  Oscar, mi amigo. Y subió de un brinco cogiéndose de los maderos.

Un sábado por la tarde lo hicimos, almorzamos y nos encontramos a las dos no había mucha gente, habíamos ensayado varias veces, era sencillo la pared era de cemento granulada, y los barrotes de madera tenían un transversal arriba y abajo y terminaban en punta en la mitad una especie de adorno permitía poner el pie y llegar arriba, el asunto requería un poco de habilidad para traspasar las puntas. Se nos ocurrió llevar una mochila y una frazada para colocar encima de las puntas, todo tenía que ser muy rápido para no ser observados.

En la mochila pusimos  un  cuchillo de cocina, un destornillador, y un martillo. Esa tarde tuve una de mis grandes aventuras.

Entramos rápidamente sin mayor problema dos o tres personasen el parque   que no nos prestaban atención y estuvimos adentro, la tierra seca levanto un poco de polvo, por la pared  restos secos de plantas y enredaderas, sorprendentemente en la pared que daba a mi casa había crecido una enorme buganvilia morada que se descolgaba para mi casa y cada cierto tiempo era  podada, algún vez en mis varias subidas vi una mantis religiosa verde, nunca más volvía a ver una viva era casi del tamaño de mi mano.

 Un silencio absoluto  nos envolvía, solo interrumpido por el canto de  las cuculíes del parque.

Avanzamos  lo primero que vimos nos asustó y casi nos regresamos fue ver un esqueleto de un gato con el pellejo pegado, algunos de los gallinazos  se había dado un pequeño banquete,  en una esquina de la casa que daba a la parte posterior habían seis bolas de acero pesadisimas medio oxidadas que cabían entre dos manos, - son proyectiles de cañón- me informo Oscar,  en la parte de su casa habían  encontrado algunas al remover el jardín. Quisimos poner una en la mochila pero era muy pesada. 

Eran de la guerra del pacífico , los ejércitos en combate había peleado por la posesión del valles sitio estratégico en el camino a la sierra donde Andrés  A. Cáceres mantenía la resistencia de la invasión chilena    además de ser un sitio soleado había fruta, agua fresca del río con peces y camarones.

Vimos la ventanita con barrotes del sótano e intentamos abrirla pero estaba muy segura. Teníamos que entrar por la puerta que suponíamos daba a la cocina, forzamos con el cuchillo y el destornillador y la golpeábamos con nuestros cuerpos o patadas por buen rato  hasta que con el destornillador  cedió rechinando logramos abrirla.....

SEGUNDA PARTE





,,,la puerta de madera reseca cerrada tantos años rechino, apenas abrió unos centímetros,  las bisagras oxidadas de esas que son de un perno largo apenas se movieron, comenzamos a empujar y poco a poco con el chirrido propio del desuso fue cediendo.

Una semi penumbra  al interior y el aire fresco que ingresaba movió el polvo acumulado por años y las partículas suspendidas lo llenaron todo , en Chosica cuando llueve en los meses de enero a marzo  ,igual que el barro que se seca después de los huaycos, provocan un polvillo que dura meses en asentarse. El piso estaba cubierto de una capa de polvo  así como los otros enseres que fuimos comenzando a ver una vez que nuestros ojos se iban acostumbrando a la iluminación de la cocina.

Comencé a estornudar, soy muy alérgico y Oscar también, nos sacamos las camisas y nos las pusimos en  la cara  cubriéndonos la nariz, lo habíamos visto en una película. Entramos en un sitio donde el silencio predominaba, el piso era losetas, la habitación amplia,  a la derecha había un lavatorio de metal forjado justo debajo de una ventana alta y pequeña de la   que no nos habíamos percatado desde afuera. 

Al centro  una mesa de madera cubierta por un mantel de hule descolorido de esos de cuadrados rojos,  las sillas apolilladas y en el suelo cerritos de las bolitas que dejan las polillas, con los años me enteraría que se trata de  los excrementos de la polilla. Al apoyarme en una de las silla una de las patas se quebró la carcoma había hecho su trabajo pacienzudamente  en la tranquilidad y la soledad. Sin embargo la mesa estaba intacta era otro tipo de madera.

En una de las paredes una cocina de hierro renegrido se mantenía se mantenía inalterable, ¿Cómo habría funcionado? ¿A gas de kerosene como eran nuestra cocina o carbón?   ,en el pueblo de niños había hasta tres casas donde se vendía carbón una de ellas en el jirón 28 de Julio en la bajada de la avenida Tacna en un pasaje cerca al canal de las empresas eléctricas, que daba al rio de vez en cuando  íbamos por ahí, porque estaba camino al colegio, era una gran habitación con cerros de carbón y llenaban los sacos con una lampa, creí que solo era para los anticuchos, pero era un rezago de las cocinas de carbón, y de las planchas ,recuerdo a un sastre que a la entrada al mercado dejaba su inmensa plancha paradita y señor Saavedra ya los otros dos el señor Villon y el señor Palomino y después  los veíamos planchando los ternos y vestidos que confeccionaba, eran  tiendas importantes antes de la masificación e industrialización de la ropa .Muebles cerrados con candados debían de guardar el menaje. No nos intereso



   

Lo que vimos fue una botella de vidrio de bidu cola una gaseosa que dejó de circular en los años 60, estaba en una de las repisas cerca a otra puerta que daba a un pasadizo, éste comunicaba a distintas habitaciones  cerradas, a la mitad del pasadizo entraba la luz a través de  un ventanal en el techo,  entramos sigilosamente algunos cuadros muy antiguos, colgaban de las paredes una naturaleza muerta, una virgen   reproducciones sin ningún valor.




 Entramos   al comedor una gran ventana cerrada que debía dar el jardín lateral, una larga mesa con las sillas puestas encima y cubierta por un par de sabanas, ya amarillentas, colgando del techo una lámpara tipo araña con varios pequeños como candelabros unos aparadores con puertas guardaban tazas y platos, se veía finos con bordes celestes y dibujos de cisnes., copas y vasos.

La otra pared un aparador   de madera y un mármol gris jaspeado- tenía unas puertas cerradas con llave. Tenía una puerta interior que comunicaba con la sala, por ahí   nos metimos, todos los muebles sillones y el sofá cubierto de sabanas, fotos  de  familia, de niños fotos muy antiguas en blanco y negro.

Una gran puerta cerrada daba al pasadizo, otro elemento llamo nuestra atención en la mesita de centro de la sala un viejo y crujiente Comercio del año 53 anunciando un triunfo de la selección de futbol sobre la selección brasilera. Alguien estuvo allí la última vez  como 12 años atrás  leyó su periódico, tomo una gaseosa y se fue, no había más rastros de alguna otra incursión humana, eso era un año antes yo naciera.

Regresamos al comedor y de ahí al pasadizo, tres puertas laterales al frente que calculamos debían ser dormitorios. Y al fondo una inmensa puerta de dos alas que era el ingreso a la casa.

Los cuartos estaban cerrados. La curiosidad nos ganaba, pero  ya avanzaba el tiempo y todo el ambiente nos atemorizaba,  sentíamos además de estar cometiendo algo malo, como que alguien nos observaba, y cada cierto tiempo volteábamos  porque sentíamos ruidos, de afuera se sentía de vez en cuando los bocinazos atenuados de los camiones.

Escuchábamos  como pasos sobre el piso de madera del pasadizo  como que alguien corría, nos dio mucho miedo  decidimos regresar y acabar la aventura.

 –En las casas viejas siempre penan – me contó Oscar-recordé los cuentos de apariciones que contaba la empleada de la casa o había escuchado de las conversaciones de adultos.

 Que en una casa abandonada por el jirón Cuzco , las luces se prendían los viernes por la madrugada y se apagaban solas, en la casa de Don Humberto Montti, un solariega mansión rodeada de jardines y el del interior  muy florido , tenía unos cuartos muy viejos detrás ,  donde las puertas se abrían y cerraban solas sin haber viento, o la casa de unos primos donde en la azotea se sentían niños y risas  jugando bolitas y su rodar por los pisos , los tíos subían a la habitación de mis primos para que dejen de jugar y se acuesten y los encontraban profundamente dormidos, en esa misma casa todos vieron a una niña de vestido blanco correr por las noches o las risas de niños jugando o la radio que se prendía sola en onda corta en idiomas extraños.

Y así muchas historias de hechos inexplicables, de otro mundo , y otras muy humanas como el del cura  sin cabeza que con su sotana y capucha atravesaba el parque después de media noche, hasta que un grupo de jóvenes se armó de valor y con palos ,agua bendita y crucifijos lo aguardaron por noches ,aunque solía ser domingo  muy tarde o ya las primeras horas del lunes, hasta que un Domingo lo vieron corriendo entre los arboles rumbo a la parroquia, corrieron tras el alma en pena , la que terrenalmente tropezó , y fue a dar con sus huesos al jardín frente al casa parroquial, lo apalearon y rezaron una plegarias para ahuyentar animas en pena, hasta que grito

 – chicos paren  paren, soy el padre Andrés –

 Asustados  dieron un paso atrás y su profesor de trigonometría se paró y les pidió por favor guardar el secreto. Después se sabría que salía de la casa de una viuda que guardo su nombre en reserva.

Igual sea cierto o no comenzamos la retirada, volviendo sobre  nuestras huellas en el polvo del piso del amplio pasadizo, lo que vimos nos escarapelo el cuerpo y salimos corriendo. Al costado de nuestras pisadas había las huellas de  pies de un niño, que no habíamos   visto antes, no podían estar porque eran recientes, un pie era más grande que el otro.

Huimos  muertos de miedo, ya afuera nos dimos cuenta que habíamos dejado La mochila en la cocina.

 -entra y sácala – me grito Oscar

 – Entra tu que eres el  mayor- le respondí asustado.

Al final decidimos   entrar los dos, cuando pisamos el primer peldaño  súbitamente la puerta se cerró de  un portazo. Corrimos  no recuerdo como subimos y pasamos la reja, pero ya estábamos en la calle pálidos. Fuimos al parque a comernos un helado  cada uno yo un chocolate y el uno de fresa, para que se nos pase el susto callados en una banca del parque. el heladero un gordo achinado nos fiaba , tambien vendia pan con palta en una caja de cartón.

Años después nos encontramos , no nos pusimos  de acuerdo  en detalles, cual era el pie más grande ,el izquierdo o el derecho, si fue un portazo o solo un suave viento que la junto amablemente y nos  expulsó de la casa , o si la mochila la dejamos en la cocina o en el comedor.

Les contamos varias veces   la historia a los amigos sentados en nuestra banca del parque y nunca nos creyeron que hubiéramos entrado. Sobre lo otro que si era posible pero lo habíamos escuchado de alguien.




Chosica 27 de Enero.
   
 la idea del niño con un pie mas grande que otro me la presto mi nieta Gala Amarte, de una historieta que esta haciendo.












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