miércoles, 19 de septiembre de 2018

SEÑORITAS JOVEN , SEÑORITAS,




                                             SEÑORITAS JOVEN, SEÑORITAS.

Anna y Patricia Sambuccetti  eran hermanas inseparables, tanto que se habían quedado solteras.   No se supo porque , eran guapas ,elegantes las dos profesionales una obstetriz y la otra farmacéutica siempre  con sus uniformes pulcros planchaditos , modositas siempre con una leve sonrisa , las dos habían tenido pretendientes como decían ellas , de categoría, médicos , profesionales, industriales,  a su decir no  cualquier cosa.

Altas espigadas, trabajaban en el mismo hospital, llegaban juntas y se iban juntas, salvo cuando tenían guardias y turnos que no coincidían.

 Caminaban  con cierto aire de una aristocracia  perdida, la espalda recta, sin mucho vulgar bamboleo, sin prisa  ,aunque que hay que reconocer que Patricita la más baja tenia mejores caderas y estaba mejor despachada , a diferencia de su hermanita que era delgada sin mayores curvas iban  con la nariz para arriba , la de Anna recta , y la de Patricita media respingadita.

Hacendocitas les decía una vieja farmacéutica rustica, y las imitaba, eran unos personajes del hospital, apenas sonreían , con un ligero fruncimiento  nasal , jamás abriendo la boca, ni risas estridentes ,si reían se tapaban la boca para no mostrar los dientes en su leve jijiji , en realidad no mostraban mucho de nada, recatadas al vestir eran.

Las conocí por los años del terrorismo y la gran inflación, entre a trabajar como asesor legal ,  poco tenía que ver con su labor, pero en una reunión por fiestas patrias, nos presentaron
– Garabito a sus órdenes, señoras– me presente.

–Señoritas, joven, señoritas- subrayaron casi al unísono.

Señoritas, me disculpe con una ligera venia.

– Ay, italiano, nuestros abuelos también eran italianos, de Génova -  me explico Patricia, mientras entablábamos una conversación ligera de salón.

De allí nos saludábamos  a veces conversábamos, las dos siempre juntas, me intereso Patricia que era más agraciada y más coqueta, la invite a salir. las tres primeras veces salimos los tres.

Le dije que me interesaba salir, a solas, con ella, hizo una mohín  como de sorpresa, tan jóvenes no eran,  se acercaban a los cuarenta. Me acepto y me dio su dirección para buscarla un viernes por la tarde, como a las seis  me advirtió, no salían,  en plural, de noche.

Llegue a buscarla a su  casa en Jesús María,  barrio de  clase media, frente al ministerio de trabajo cerca al Campo de Marte. Me hicieron pasar, una sala con muebles antiguos, y una araña colgando con luces amarillas, un aire de antigüedad flotaba en el silencio de la casa, con cuadros con fotografías en blanco y negro de personajes de principio de siglo   vivían solas, su padres había fallecido. Anna me invito un vaso de inca cola , sin mucho gas, y no pude dejar de ver que andaba con unas zapatillas de levantarse con un peluche blanco , eran como las que usaba una tía cuando era niño.

Salió Patricia, odiaba que le dijeran Paty, abrigo de cuero argentino hacia juego con su cartera, muy a la moda de los setenta.

 – No vayan a llegar muy tarde – nos apremió Anna,   con un dedito índice recriminatorio.

Fuimos a comer a un chifa, había sugerido una parrilla, pero prefirió algo suave de noche , por la digestión tu sabes me informo .  Le ofrecí un pisco sour que apenas bebió, disfrutamos la cena  que comió con discreción dejando siempre más de la mitad del plato y a las ocho y media me dijo para regresar  , no podía dejar tanto tiempo sola a su hermanita. Comprendí que sería una amistad  marcada por la estrecha relación con la hermana.

Llegue a declararle mi amor, y me dijo que lo pensaría, me invitaron a su casa a almorzar un domingo , me acepto bajo algunas reglas o premisas, no salía jamás más allá de las once de la noche , prefería que nos veamos en su casa, y que en el trabajo no deberíamos andar como novios ,  era una chica especial ,  fue un romance casto de besitos muy poco apasionados siempre en su casa , algunas veces fuimos al cine con la hermana, le daba pena dejarla sola , intente en alguna ocasión agarrarle  la pierna y me retiro la mano con una suave firmeza, una noche en la puerta de su casa la bese y me dijo –no , no , que van a decir los vecinos-. Entramos al vestíbulo y la tome con firmeza y la bese  de verdad y le tome un pecho, hizo una resistencia diplomática, y no me dejo avanzar,  me percate que éramos observados detrás de una cortina.

Me di cuenta que  esa relación no tenia futuro y deje de a poco de buscarla, un día me busco en la oficina y me comunico que teníamos que hablar, conversamos  a la hora del almuerzo en el parque Matamula, y entre sollozos me dijo que era una mujer decente, y entendida que nuestra relación era muy seria y no podía alejarme así no más, ella que se había hecho tantas ilusiones, en el noviazgo  quería que vayamos  a la misa por sus padres fallecidos, le dije que no éramos niños y que yo quería acostarme con ella y hacerle el amor. 
  Me dio una cachetada –que te has creído -  me increpo indignada no  soy una cualquiera una tipa de esas.
- soy una señorita para que te lo sepas- me lo silabeo.
 Se paró se alejó  con unos pasos breves y rápidos. Mejor así pensé ,se acabó.

Pasaron los días y cuando me cruzaba con las hermanas no me saludaban, iban del brazo con sus hábitos morados, recuerdo.

Paso el tiempo y las veía, juntas tomando lonche, te y pastelillos  en la cafetería del hospital siempre a  las cinco en punto , mujeres de costumbres , me percate que sus maquillajes eran de otros tiempos Anna así era su nombre, con dos nn, copiaba a la miss mundo peruana de los 68 , su rímel termina en un colita las pestañas largas  y los labios pintados con discreción en forma de corazón, las dos peinadas con laca, y con una onda en la nuca, cola de gato creo que se le decía, eran como personajes de hace dos décadas, se había quedado colgadas en los finales de los sesenta.

En cierta ocasión coincidimos en una fiesta  de unos amigos comunes, nos saludamos cordialmente , parecía que habían dado por olvidado  nuestro noviazgo, lo que me pareció bien, saque a bailar a Patricia y lo hacía como en los sesenta con pasos de los llamados a go go moviendo las manos al ritmo de unos saltitos muy adolescentes, pucha la de que me libre pensé, estas chicas viven en el pasado, además usaban una colonia que también me recordaba a la que usaba mi tía cuando era niño creo que se llamaba Drowa.

Me pidieron las acompañara a su casa, eran cerca de las diez de la noche, habían tomado unas copitas y estaban alegronas, salieron con sus abrigos de cuero argentino de una moda pasada  que olían a humedad y naftalina. Caminamos, la casa no estaba muy lejos, conversando cosas triviales, cuando llegamos, Anna entro y se despidió  ,  me disponía a retirarme y Patricita, me dijo que lamentaba mucho, lo de nuestra última conversación, que la había sorprendido ingratamente  porque, ellas así me lo recalco subrayado, ellas, eran unas señoritas de  sólida formación cristiana y creía que debían llegar vírgenes  al matrimonio. Y que podíamos retomar el noviazgo bajo esa premisa y poniendo fecha para  la boda.

 Yo también estaba con mis tragos , mantuve la seriedad del caso, total yo ya tenía casi cincuenta  y no estaba para cojudeces ,  le dije con la seriedad que ameritaba   que le agradecía la confianza pero había entrado a una congregación laica y había hecho votos de castidad me  despedí ceremoniosamente   alejándome dignamente. Me fui cagando de risa, por la cara que puso, supe que nunca más conversaríamos.

Paso el tiempo y envejecíamos sin percatarnos, el día a día hace que el paso del tiempo sea lento, las arrugas aparecen de a poco y se hacen parte del escenario que no vemos. Hasta que alguien de lejos de otros tiempos y nos ve gordos pelados arrugados.

Un día   las hermanas decidieron jubilarse ,tan mayores no eran , Patricia la mayor había entrado a trabajar primero  y por una ley especial trabajaba treinta años y le consideraban cinco de formación profesional  ,  se pudo retirar con el sueldo completo ,estaba por   los cincuenta  guapa y sin pareja.

Al poco tiempo Anna que no pertenecía a esa ley  tenía que trabajar hasta los sesenta y cinco  para poder cobrar su pensión del estado,  decidió que no esperaría, la suerte la acompaño porque reorganizaron la institución y ofrecieron quince sueldos a los que se retiraran de otra forma les tomarían un examen, si aprobaban en buena hora, pero sino serian despedidos, aprovecho y se fue.

Igual siguieron viniendo al hospital a la cinco a tomar lonche, con el uniforme ya viejito con las siglas antiguas de color  naranja del instituto. Con su peinado de épocas anteriores y modales de colegio de monjas, la servilleta apenas tocaba las comisuras de la boca, de vez en cuando nos  veíamos allí,  yo iba por un café, y me saludaban  con la mano con un movimiento efusivo y sonriente.  Estaban allí más de una hora, esperando que el tiempo avance para llegar a su casa  al anochecer.

 ¿Que pasara cuando una de ellas no este? me preguntaba, eran tan unidas que no se las concebía cada una por distintos caminos, eran una unidad, tenían especial predilección por el hospital donde venían con frecuencia  solían conversar con ex compañeros, que no tenían mucho tiempo para ellas, y los diálogos eran breves llenos buenos deseos. Preguntaban por los chicos, pero habían crecido y ya tenían treinta  años ellas seguían recordándolos niños. Lo cierto es que ellas tenían tiempo, pero los que trabajaban no, al principio se paraban a conversar pero al extenderse la conversación sobre tiempos idos, el personal las cortaban para seguir con sus labores, después las comenzaron a rehuir y las saludaban de lejos, mientras seguían su camino, pero ellas no se daban por enteradas, y cuando podían capturaban a algún o alguna despistada y la sentaban para que las escuchen.

Paso un tiempo y dejaron de venir, la gente no se percató, el hospital es un monstruo que se traga a sus hijos, mueren, se jubilan se van y a los pocos días nadie se acuerda de ellos, la vida continua con sus trajines diarios, ni el más encumbrado doctor, ni el ultimo jardinero son recordados una vez que se van, desaparecen de la memoria colectiva, de vez en cuando en alguna ceremonia o en algún  bar entre botellas reaparece su recuerdo como un fantasma.

Me entere que Anna había enfermado gravemente y no podía movilizarse pero estaba en recuperación, pero su pronóstico era malo, seguía un tratamiento y cada mes tenía que venir al hospital a internarse por unos días.

Se reestableció medianamente, los años se le habían venido encima,  tenía dificultad para caminar  llevaba  puesto un pañuelo en la cabeza, conversamos  me contó sobre  su enfermedad pero que ya estaba bastante bien. Lo que no se notaba, había bajado de peso los ojos hundidos, una palidez cerosa contradecían su optimismo. Tomamos té con bizcotelas  nos despedimos, me invitaron a su casa  les dije que las visitaría.

 Poco tiempo después  supe que Anna había fallecido, fui a su casa a darle el pésame a Patricia,  estaba de luto  y la sala con los cuadros tapados. Conversamos me refirió  la enfermedad de la hermana con detalles mientras lagrimas se deslizaban por sus mejillas.

–tomamos te - me ofreció. Entro a a la cocina y regreso con una bandeja con tres tazas. Sirvió de una tetera de porcelana en las tres tazas,    tome la mía  y agrego  azúcar en las otras dos tazas, ,  seguimos conversando , yo observaba  con curiosidad el comportamiento de Patricia, cada cierto tiempo volteaba como viendo a alguien  a su lado , además de un ligero tic nervioso que la  hacía mover los ojos ,me despedí   y al salir escuche a  Patricia hablando  con alguien .

Pasaron meses yun Domingo mañana vi a Patricia en un supermercado llevaba un carrito con algunos productos, yo iba un poco  atrás y me disponía a acercarme para saludarla, pero en eso me di cuenta que hablaba sola y se dirigía a su hermana – ¿llevamos fideos Annita?  Ya,  canutos como a ti te gustan, contesto  cogió dos bolsas mientras seguía su recorrido, conversando sola.

No volví a saber de ella hasta un domingo que le leí un obituario en el Comercio, invitando a la misa por el descanso eterno de  las hermanas  Sambuccetti, los familiares invitaban, ¿Quién habría puesto el aviso? No les había conocido familiares cercanos, pase por la casa vacía deteriorada, al irme me pareció ver una cortina que se movía  desde una ventana del segundo  piso.

Jesús María. Mesocrático





1 comentario:

  1. Conocí las hnas pero una era QF y la otra nutricionista... no sabía q habían fallecido

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