SEÑORITAS
JOVEN, SEÑORITAS.
Anna y Patricia Sambuccetti
eran hermanas inseparables, tanto que se habían quedado solteras. No se
supo porque , eran guapas ,elegantes las dos profesionales una obstetriz y la
otra farmacéutica siempre con sus
uniformes pulcros planchaditos , modositas siempre con una leve sonrisa , las
dos habían tenido pretendientes como decían ellas , de categoría, médicos ,
profesionales, industriales, a su decir
no cualquier cosa.
Altas espigadas, trabajaban en el mismo hospital, llegaban
juntas y se iban juntas, salvo cuando tenían guardias y turnos que no
coincidían.
Caminaban con cierto aire de una aristocracia perdida, la espalda recta, sin mucho vulgar
bamboleo, sin prisa ,aunque que hay que
reconocer que Patricita la más baja tenia mejores caderas y estaba mejor
despachada , a diferencia de su hermanita que era delgada sin mayores curvas iban
con la nariz para arriba , la de Anna
recta , y la de Patricita media respingadita.
Hacendocitas les decía una vieja farmacéutica rustica, y las
imitaba, eran unos personajes del hospital, apenas sonreían , con un ligero
fruncimiento nasal , jamás abriendo la
boca, ni risas estridentes ,si reían se tapaban la boca para no mostrar los
dientes en su leve jijiji , en realidad no mostraban mucho de nada, recatadas
al vestir eran.
Las conocí por los años del terrorismo y la gran inflación,
entre a trabajar como asesor legal , poco tenía que ver con su labor, pero en una
reunión por fiestas patrias, nos presentaron
– Garabito a sus órdenes, señoras– me presente.
–Señoritas, joven, señoritas- subrayaron casi al unísono.
Señoritas, me disculpe con una ligera venia.
– Ay, italiano, nuestros abuelos también eran italianos, de
Génova - me explico Patricia, mientras
entablábamos una conversación ligera de salón.
De allí nos saludábamos a veces conversábamos, las dos siempre
juntas, me intereso Patricia que era más agraciada y más coqueta, la invite a
salir. las tres primeras veces salimos los tres.
Le dije que me interesaba salir, a solas, con ella, hizo una
mohín como de sorpresa, tan jóvenes no
eran, se acercaban a los cuarenta. Me
acepto y me dio su dirección para buscarla un viernes por la tarde, como a las
seis me advirtió, no salían, en plural, de noche.
Llegue a buscarla a su casa en Jesús María, barrio de clase media, frente al ministerio de trabajo
cerca al Campo de Marte. Me hicieron pasar, una sala con muebles antiguos, y
una araña colgando con luces amarillas, un aire de antigüedad flotaba en el
silencio de la casa, con cuadros con fotografías en blanco y negro de
personajes de principio de siglo vivían
solas, su padres había fallecido. Anna me invito un vaso de inca cola , sin
mucho gas, y no pude dejar de ver que andaba con unas zapatillas de levantarse
con un peluche blanco , eran como las que usaba una tía cuando era niño.
Salió Patricia, odiaba que le dijeran Paty, abrigo de cuero
argentino hacia juego con su cartera, muy a la moda de los setenta.
– No vayan a llegar muy
tarde – nos apremió Anna, con un dedito índice recriminatorio.
Fuimos a comer a un chifa, había sugerido una parrilla, pero
prefirió algo suave de noche , por la digestión tu sabes me informo . Le ofrecí un pisco sour que apenas bebió,
disfrutamos la cena que comió con discreción
dejando siempre más de la mitad del plato y a las ocho y media me dijo para
regresar , no podía dejar tanto tiempo
sola a su hermanita. Comprendí que sería una amistad marcada por la estrecha relación con la
hermana.
Llegue a declararle mi amor, y me dijo que lo pensaría, me
invitaron a su casa a almorzar un domingo , me acepto bajo algunas reglas o
premisas, no salía jamás más allá de las once de la noche , prefería que nos
veamos en su casa, y que en el trabajo no deberíamos andar como novios , era una chica especial , fue un romance casto de besitos muy poco
apasionados siempre en su casa , algunas veces fuimos al cine con la hermana,
le daba pena dejarla sola , intente en alguna ocasión agarrarle la pierna y
me retiro la mano con una suave firmeza, una noche en la puerta de su casa la
bese y me dijo –no , no , que van a decir los vecinos-. Entramos al vestíbulo y
la tome con firmeza y la bese de verdad
y le tome un pecho, hizo una resistencia diplomática, y no me dejo avanzar, me percate que éramos observados detrás de
una cortina.
Me di cuenta que esa
relación no tenia futuro y deje de a poco de buscarla, un día me busco en la
oficina y me comunico que teníamos que hablar, conversamos a la hora del almuerzo en el parque Matamula,
y entre sollozos me dijo que era una mujer decente, y entendida que nuestra relación
era muy seria y no podía alejarme así no más, ella que se había hecho tantas
ilusiones, en el noviazgo quería que
vayamos a la misa por sus padres
fallecidos, le dije que no éramos niños y que yo quería acostarme con ella y
hacerle el amor.
Me dio una cachetada
–que te has creído - me increpo
indignada no soy una cualquiera una tipa
de esas.
- soy una señorita para que te lo sepas- me lo silabeo.
Se paró se alejó con unos pasos breves y rápidos. Mejor así
pensé ,se acabó.
Pasaron los días y cuando me cruzaba con las hermanas no me saludaban,
iban del brazo con sus hábitos morados, recuerdo.
Paso el tiempo y las veía, juntas tomando lonche, te y
pastelillos en la cafetería del hospital
siempre a las cinco en punto , mujeres
de costumbres , me percate que sus maquillajes eran de otros tiempos Anna así
era su nombre, con dos nn, copiaba a la miss mundo peruana de los 68 , su rímel
termina en un colita las pestañas largas
y los labios pintados con discreción en forma de corazón, las dos peinadas
con laca, y con una onda en la nuca, cola de gato creo que se le decía, eran
como personajes de hace dos décadas, se había quedado colgadas en los finales
de los sesenta.
En cierta ocasión coincidimos en una fiesta de unos amigos comunes, nos saludamos
cordialmente , parecía que habían dado por olvidado nuestro noviazgo, lo que me pareció bien,
saque a bailar a Patricia y lo hacía como en los sesenta con pasos de los
llamados a go go moviendo las manos al ritmo de unos saltitos muy adolescentes,
pucha la de que me libre pensé, estas chicas viven en el pasado, además usaban
una colonia que también me recordaba a la que usaba mi tía cuando era niño creo
que se llamaba Drowa.
Me pidieron las acompañara a su casa, eran cerca de las diez de la noche, habían tomado unas copitas y estaban
alegronas, salieron con sus abrigos de cuero argentino de una moda pasada que
olían a humedad y naftalina. Caminamos, la casa no estaba muy lejos,
conversando cosas triviales, cuando llegamos, Anna entro y se despidió , me disponía a retirarme y Patricita, me dijo
que lamentaba mucho, lo de nuestra última conversación, que la había
sorprendido ingratamente porque, ellas así me lo recalco
subrayado, ellas, eran unas señoritas de sólida formación cristiana y creía que debían
llegar vírgenes al matrimonio. Y que
podíamos retomar el noviazgo bajo esa premisa y poniendo fecha para la boda.
Yo también estaba con
mis tragos , mantuve la
seriedad del caso, total yo ya tenía casi cincuenta y no estaba para cojudeces , le dije con la seriedad que ameritaba que le
agradecía la confianza pero había entrado a una congregación laica y había
hecho votos de castidad me despedí
ceremoniosamente alejándome dignamente.
Me fui cagando de risa, por la cara que puso, supe que nunca más conversaríamos.
Paso el tiempo y envejecíamos sin percatarnos, el día a día
hace que el paso del tiempo sea lento, las arrugas aparecen de a poco y se
hacen parte del escenario que no vemos. Hasta que alguien de lejos de otros
tiempos y nos ve gordos pelados arrugados.
Un día las hermanas decidieron jubilarse
,tan mayores no eran , Patricia la mayor había entrado a trabajar primero y por una ley especial trabajaba treinta años
y le consideraban cinco de formación profesional , se
pudo retirar con el sueldo completo ,estaba por
los cincuenta guapa y sin pareja.
Al poco tiempo Anna que no pertenecía a esa ley tenía que trabajar hasta los sesenta y
cinco para poder cobrar su pensión del estado, decidió que no esperaría, la
suerte la acompaño porque reorganizaron la institución y ofrecieron quince
sueldos a los que se retiraran de otra forma les tomarían un examen, si
aprobaban en buena hora, pero sino serian despedidos, aprovecho y se fue.
Igual siguieron viniendo al hospital a la cinco a tomar lonche,
con el uniforme ya viejito con las siglas antiguas de color naranja del instituto. Con su peinado de épocas
anteriores y modales de colegio de monjas, la servilleta apenas tocaba las
comisuras de la boca, de vez en cuando nos
veíamos allí, yo iba por un café,
y me saludaban con la mano con un
movimiento efusivo y sonriente. Estaban allí
más de una hora, esperando que el tiempo avance para llegar a su casa al anochecer.
¿Que pasara cuando
una de ellas no este? me preguntaba, eran tan unidas que no se las concebía
cada una por distintos caminos, eran una unidad, tenían especial predilección
por el hospital donde venían con frecuencia
solían conversar con ex compañeros, que no tenían mucho tiempo para
ellas, y los diálogos eran breves llenos buenos deseos. Preguntaban por los chicos,
pero habían crecido y ya tenían treinta
años ellas seguían recordándolos niños. Lo cierto es que ellas tenían tiempo,
pero los que trabajaban no, al principio se paraban a conversar pero al
extenderse la conversación sobre tiempos idos, el personal las cortaban para
seguir con sus labores, después las comenzaron a rehuir y las saludaban de lejos,
mientras seguían su camino, pero ellas no se daban por enteradas, y cuando
podían capturaban a algún o alguna despistada y la sentaban para que las escuchen.
Paso un tiempo y dejaron de venir, la gente no se percató,
el hospital es un monstruo que se traga a sus hijos, mueren, se jubilan se van
y a los pocos días nadie se acuerda de ellos, la vida continua con sus trajines
diarios, ni el más encumbrado doctor, ni el ultimo jardinero son recordados una
vez que se van, desaparecen de la memoria colectiva, de vez en cuando en alguna
ceremonia o en algún bar entre botellas
reaparece su recuerdo como un fantasma.
Me entere que Anna había enfermado gravemente y no podía
movilizarse pero estaba en recuperación, pero su pronóstico era malo, seguía un
tratamiento y cada mes tenía que venir al hospital a internarse por unos días.
Se reestableció medianamente, los años se le habían venido
encima, tenía dificultad para
caminar llevaba puesto un pañuelo en la cabeza, conversamos me contó sobre su enfermedad pero que ya
estaba bastante bien. Lo que no se notaba, había bajado de peso los ojos
hundidos, una palidez cerosa contradecían su optimismo. Tomamos té con bizcotelas
nos despedimos, me invitaron a su casa les dije que las visitaría.
Poco tiempo después supe que Anna había fallecido, fui a su casa a
darle el pésame a Patricia, estaba de
luto y la sala con los cuadros tapados. Conversamos
me refirió la enfermedad de la hermana con detalles mientras lagrimas se deslizaban
por sus mejillas.
–tomamos te - me ofreció. Entro a a la cocina y regreso con
una bandeja con tres tazas. Sirvió de una tetera de porcelana en las tres
tazas, tome la mía y agrego
azúcar en las otras dos tazas, ,
seguimos conversando , yo observaba
con curiosidad el comportamiento de Patricia, cada cierto tiempo
volteaba como viendo a alguien a su lado
, además de un ligero tic nervioso que la hacía mover los ojos ,me despedí y al salir escuche a Patricia hablando con alguien .
Pasaron meses yun Domingo mañana vi a Patricia en un supermercado llevaba un
carrito con algunos productos, yo iba un poco
atrás y me disponía a acercarme para saludarla, pero en eso me di cuenta
que hablaba sola y se dirigía a su hermana – ¿llevamos fideos Annita? Ya,
canutos como a ti te gustan, contesto cogió dos bolsas mientras seguía su
recorrido, conversando sola.
No volví a saber de ella hasta un domingo que le leí un
obituario en el Comercio, invitando a la misa por el descanso eterno de las hermanas
Sambuccetti, los familiares invitaban, ¿Quién habría puesto el aviso? No
les había conocido familiares cercanos, pase por la casa vacía deteriorada, al irme
me pareció ver una cortina que se movía
desde una ventana del segundo
piso.
Jesús María. Mesocrático
Conocí las hnas pero una era QF y la otra nutricionista... no sabía q habían fallecido
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