miércoles, 14 de noviembre de 2018

VISITANDO AL ABUELO.




                                                      MI ABUELO


Yo soy, abuelo, el Gran Houdini, el mejor escapista del mundo.
Cortaré, desataré todos estos virales y tubos.
Convertiré tus ligaduras en alas, y saldrás volando como los pájaros.
 Y allá donde vayas, no te preocupes, te llevaré palomitas de maíz para que sigas, como hasta hoy,
 contando y volando cuentos.
https://blao-blao.blogspot.com/2018/01/contando-y-volando-cuentos







Regreso a Lima, después de 10 años. Me fui     a los 19 cuando termine secundaria, a estudiar a España, me fui quedando después de terminar la universidad,  di la vuelta al mundo con una cámara fotográfica como freelance.

Una , otra  cosa  me hacía no poder regresar al Perú, estuve cerca en Brasil, Colombia, todo es muy rápido en mi profesión un día en América, al día siguiente en África. Me había criado con mis abuelos maternos, que se quedaron en Lima, mi madre y mi hermana se habían instalado en Irlanda, mis abuelos nos decían que no nos quedáramos en Perú. Ellos se quedaron en una  huerta que compraron al sur de Lima cuando se jubilaron .

Regreso porque mi abuelo está muy  enfermo  tiene ochenta y dos años mi abuela, murió  hace dos años.

Pasaron muchos años, voy recordando esa parte de mi vida, mi niñez adolescencia  con mis abuelos y mamá en un departamento en Jesús María,  en la Residencial San Felipe , la pasamos bien.  a veces nos llevaba al colegio o pasaba a recogernos,  el viejo era entretenido siempre tenía algo que contar o inventaba historias, era el permisivo, mi abuela era la que ponía  disciplina en casa.

Voy camino a verlo al hospital, el abuelo no quiso que le contaran a nadie que estaba hospitalizado, siempre nos decía que no quería molestar de viejo y que había preparado su muerte mi tío Jorge me llamo y me dijo que no le quedaba mucho tiempo  que dormido me llamaba.

Voy y los recuerdos me vienen desordenados, lo veo alegre  leyendo y comprándome libros, íbamos a las librerías, nos dejaba escoger y felices con mi hermana regresábamos a casa, me contaba que así hacia su padre con él. En la casa de sus padres, que nunca se logró vender y quedo en un juicio eterno ,que mi madre ni mi tío quisieron seguir , habían quedado muchos libros de su padre, éramos chicos y no quiso regresar más.

Paso por la Residencial, donde vivíamos, y veo los jardines tan cuidados como entonces, las imágenes cuando lo sacaba para jugar con la pelota, él era arquero y me enseñaba los trucos del arco,  me tiraba mil pelotas para patearla, yo insistía en practicar las chilenas, chalacas o tijeras  me tiraba la pelota alto  yo saltaba estirando las piernas para patear la pelota hacia atrás, y caía al suelo de espaldas. Me inscribió en una academia de futbol,  durante años jugué en los clubes del distrito.

Se pasaba mucho tiempo trabajando de día de noche, domingos feriados,  tomaba mucho café, sin azúcar y sus copas de pisco de Ica, de vez en cuando.

El abuelo era deportista, salía a correr y hasta que me fui de la casa, iba al gimnasio, jugaba fulbito con sus amigos, nadaba, la abuela también hacia sus ejercicios, pero no tanto como el abuelo, pero el recuerdo me viene que cocinaba riquísimo, igual que mamá.

Los sábados durante años, religiosamente compraba la tinka, un sorteo  donde había que acertar seis entre treinta y seis números,  una sola vez saco 4 números y le dieron 90 soles, nosotros nos reíamos en casa. Se la pasaba hablando de lo que haría si se sacaba esta lotería, dejo de trabajar al día siguiente profería como  un rezo.

La abuela lo seguía nomas, a veces le pedía que la  comprara  ella, o a mi mamá, a mí no, lo acompañaba pero no me mandaba  comprar, ni escoger números, decía que los juegos de azar eran para los que trabajaban.

Pasaban los años y persistía en su tinka, no apostaba a los caballos ni los resultados del futbol, depende de los hombres y animales, no de la suerte, además, nos decía, además me da ansiedad y no disfruto depender de otros. Era su filosofía, si me la saco, será la suerte pura, es una en diez millones de posibilidades, es como tirar un pucho de cigarro y que caiga parado, me decía cuando lo acompañaba, o que un asteroide caiga en tu casa.

Me voy a comprar unas tierras, voy a construir mi casa  así y asa, después corregía mejor con chimenea, otras la construía de piedra, o de barro. Siempre ponía un horno para el pan un sitio para la pachamanca   voy tener una vaca, para tomar leche  recién ordeñada, hablaba y lo escuchábamos como si fuera un cuento.

No sé si  cuando me fui siguió comprándola, me imagino que sí, el día que me fui nos acompañó al aeropuerto, ya no manejaba, no le gustaba, detestaba el tráfico de la ciudad.

 Recuerdo con claridad que cuando  llegamos, muy rápidamente me dio un abrazo y   un sobre con dinero,  me dijo bajito   con firmeza - ándate rápido, entra de una vez, no voltees que nos ponemos a llorar – se dio media vuelta  y se fue. Mi madre me contaría después  que algo parecido le dijo a ella cuando  de mi edad también partió a España.

Entre al hospital por la tarde era invierno. El  hospital tendría cien años ,  había ido de niño. Subí al piso ocho, pocos médicos, algunas enfermeras, gente visitando a sus parientes.

Lo vi en una cama con un tubo por la nariz y una conexión a la vena en su brazo izquierdo, el abuelo era zurdo,  flaco, pálido, muy delgado el rostro, los ojos hundidos, la cabeza afeitada.

Abrió los ojos me vio  sonrió, inaudible me dijo hola, me emocione no sabía que decir, le bese la frente, en el velador un viejo libro, cien años de soledad, siempre tenía uno de distintas ediciones, recuerdo le regale uno empastado de aniversario se lo envié desde Noruega.

Casi no hablamos , nos tomamos de las manos se durmió, solo estuve un rato. Comenzaba  a anochecer, me despedí con un nudo en la garganta haciendo esfuerzos por no llorar. Me pidió que me acercara para decirme algo, saco una moneda  de su pijama,  me dijo –cómprate una tinka, vete sin mirar para atrás -.me sonrió , con los ojos cerrados.
         




1 comentario:

  1. Recordar es reconstruir la historia con ese sabor añadido a nostalgia que la dota de un nuevo gusto, si cabe, más real y dimensionado que cuando tuvieron lugar los hechos que se memoran.

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