MI ABUELO
Yo
soy, abuelo, el Gran Houdini, el mejor escapista del mundo.
Cortaré,
desataré todos estos virales y tubos.
Convertiré
tus ligaduras en alas, y saldrás volando como los pájaros.
Y allá donde vayas, no te preocupes, te
llevaré palomitas de maíz para que sigas, como hasta hoy,
contando y volando cuentos.
https://blao-blao.blogspot.com/2018/01/contando-y-volando-cuentos
Regreso a Lima, después de 10 años. Me fui a los 19 cuando termine secundaria, a estudiar
a España, me fui quedando después de terminar la universidad, di la vuelta al
mundo con una cámara fotográfica como freelance.
Una , otra cosa me
hacía no poder regresar al Perú, estuve cerca en Brasil, Colombia, todo es muy
rápido en mi profesión un día en América, al día siguiente en África. Me había
criado con mis abuelos maternos, que se quedaron en Lima, mi madre y mi hermana
se habían instalado en Irlanda, mis abuelos nos decían que no nos quedáramos en
Perú. Ellos se quedaron en una huerta que compraron al sur de Lima cuando se jubilaron .
Regreso porque mi abuelo está
muy enfermo tiene ochenta y dos años mi abuela, murió hace dos años.
Pasaron muchos años, voy recordando
esa parte de mi vida, mi niñez adolescencia
con mis abuelos y mamá en un departamento en Jesús María, en la
Residencial San Felipe , la pasamos bien. a veces nos llevaba al colegio o pasaba a
recogernos, el viejo era entretenido
siempre tenía algo que contar o inventaba historias, era el permisivo, mi
abuela era la que ponía disciplina en casa.
Voy camino a verlo al hospital,
el abuelo no quiso que le contaran a nadie que estaba hospitalizado, siempre
nos decía que no quería molestar de viejo y que había preparado su muerte mi tío
Jorge me llamo y me dijo que no le quedaba mucho tiempo que dormido me llamaba.
Voy y los recuerdos me vienen desordenados,
lo veo alegre leyendo y comprándome
libros, íbamos a las librerías, nos dejaba escoger y felices con mi hermana
regresábamos a casa, me contaba que así hacia su padre con él. En la casa de
sus padres, que nunca se logró vender y quedo en un juicio eterno ,que mi madre
ni mi tío quisieron seguir , habían quedado muchos libros de su padre, éramos
chicos y no quiso regresar más.
Paso por la Residencial, donde vivíamos,
y veo los jardines tan cuidados como entonces, las imágenes cuando lo sacaba
para jugar con la pelota, él era arquero y me enseñaba los trucos del arco, me tiraba mil pelotas para patearla, yo insistía
en practicar las chilenas, chalacas o tijeras
me tiraba la pelota alto yo
saltaba estirando las piernas para patear la pelota hacia atrás, y caía al
suelo de espaldas. Me inscribió en una academia de futbol, durante años jugué en los clubes del distrito.
Se pasaba mucho tiempo trabajando
de día de noche, domingos feriados,
tomaba mucho café, sin azúcar y sus copas de pisco de Ica, de vez en
cuando.
El abuelo era deportista, salía a
correr y hasta que me fui de la casa, iba al gimnasio, jugaba fulbito con sus
amigos, nadaba, la abuela también hacia sus ejercicios, pero no tanto como el
abuelo, pero el recuerdo me viene que cocinaba riquísimo, igual que mamá.
Los sábados durante años,
religiosamente compraba la tinka, un sorteo donde había que acertar seis entre
treinta y seis números, una sola vez saco
4 números y le dieron 90 soles, nosotros nos reíamos en casa. Se la pasaba
hablando de lo que haría si se sacaba esta lotería, dejo de trabajar al día
siguiente profería como un rezo.
La abuela lo seguía nomas, a
veces le pedía que la comprara ella, o a mi mamá, a mí no, lo acompañaba pero
no me mandaba comprar, ni escoger
números, decía que los juegos de azar eran para los que trabajaban.
Pasaban los años y persistía en
su tinka, no apostaba a los caballos ni los resultados del futbol, depende de
los hombres y animales, no de la suerte, además, nos decía, además me da
ansiedad y no disfruto depender de otros. Era su filosofía, si me la saco, será
la suerte pura, es una en diez millones de posibilidades, es como tirar un
pucho de cigarro y que caiga parado, me decía cuando lo acompañaba, o que un
asteroide caiga en tu casa.
Me voy a comprar unas tierras,
voy a construir mi casa así y asa, después
corregía mejor con chimenea, otras la construía de piedra, o de barro. Siempre
ponía un horno para el pan un sitio para la pachamanca voy
tener una vaca, para tomar leche recién
ordeñada, hablaba y lo escuchábamos como si fuera un cuento.
No sé si cuando me fui siguió comprándola, me imagino
que sí, el día que me fui nos acompañó al aeropuerto, ya no manejaba, no le gustaba,
detestaba el tráfico de la ciudad.
Recuerdo con claridad que cuando llegamos, muy rápidamente me dio un abrazo y un sobre
con dinero, me dijo bajito con firmeza - ándate rápido, entra de una
vez, no voltees que nos ponemos a llorar – se dio media vuelta y se fue. Mi madre me contaría después que algo parecido le dijo a ella cuando de mi edad también partió a España.
Entre al hospital por la tarde
era invierno. El hospital tendría cien
años , había ido de niño. Subí al piso
ocho, pocos médicos, algunas enfermeras, gente visitando a sus parientes.
Lo vi en una cama con un tubo por
la nariz y una conexión a la vena en su brazo izquierdo, el abuelo era zurdo, flaco, pálido, muy delgado el rostro, los
ojos hundidos, la cabeza afeitada.
Abrió los ojos me vio sonrió, inaudible me dijo hola, me emocione no
sabía que decir, le bese la frente, en el velador un viejo libro, cien años de
soledad, siempre tenía uno de distintas ediciones, recuerdo le regale uno
empastado de aniversario se lo envié desde Noruega.
Casi no hablamos , nos tomamos de las
manos se durmió, solo estuve un rato. Comenzaba
a anochecer, me despedí con un nudo en la garganta haciendo esfuerzos
por no llorar. Me pidió que me acercara para decirme algo, saco una moneda de su pijama,
me dijo –cómprate una tinka, vete sin mirar para atrás -.me sonrió , con
los ojos cerrados.
Recordar es reconstruir la historia con ese sabor añadido a nostalgia que la dota de un nuevo gusto, si cabe, más real y dimensionado que cuando tuvieron lugar los hechos que se memoran.
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