LIMEÑO MAZAMORRERO
“Morado. Ácido morado sobre cielo ceniza.
Sucia la niebla podrida en pescado
Morado dulce en alfombra
Morado turbio y ondulante en cuerpos morenos
Morado tibio en mañana
fría: mojada”
En Octubre no hay milagros
Oswaldo Reynoso.
El viejo extraño de pelo largo quiere ver Lima , el bus llego al viejo distrito de la Victoria, a
pesar de estar cerca de media noche, la ciudad bullía , vendedores ambulantes,
de todo, choclos calientes, dulces ,café, fruta ,el transito ya menguaba, y
muchos taxis esperando a los pasajeros del bus, había que tener cuidado al
escoger el taxi además del precio a
acordar ver o intuir la seguridad, que
no vaya a ser un delincuente , que a los
minutos los asalte.
Mientras tomaba un emoliente
veía a los taxistas, hasta que llego un destartalado auto con un chófer
que le inspiro confianza. Tomo su mochila y le dijo – al hotel Europa detrás de
Palacio más o menos - le dijo-. Quedaron en 10 soles, Paso por el paseo de los héroes navales frente al
gran mall la gran avenida semi oscura y
el inmenso Palacio de Justicia, las calles se angostaron, eran las mismas de
siglos ,muchas con zaguanes desvencijados mi l veces pintados, calles oscuras,
con sombras siempre sospechosas, cruzaron la
plaza San Martín pasando por lo que fue le cine Metro, recordó las
tantas veces que en su juventud, paso por allí ,los mítines políticos los
enfrentamientos de estudiantes, manifestantes con la policía, del mimo que
congregaba decenas de gentes , llevo el arte a la calle, Acuña, después llegarían los chabacanos cómicos
ambulantes , mañana volvería por allí.
Llegaron al hotel, pequeño, cerca de la gran iglesia era
antiguo pequeño, barato un hotel de turistas mochileros, a dos cuadras de la
hermosa Plaza de Armas.
Se hospedo, lo conocían cada cierto tiempo llegaba allí los
hombres habían envejecido, se preguntó qué tan viejo podía estar el mismo.
Llegaron al cuarto a través de una escalera de mármol mil veces transitada,
gastada, con mil historias encima. Oscuro el dormitorio paredes altas, piso de
madera muy antigua, astillados con una alfombra delgada, l ventana alta y con
dos puertas le daban un encanto particular.se recostó sobre la cama y la sintió
fría, húmeda así era Lima.
Se quedó profundamente dormido , algo lo despertó a las tres,
lo supo sin ver el reloj, desde que hacia guardias en el hospital se despertaba
a esa hora, sin necesidad de despertador ,sentía que alguien lo despertaba
suavemente, era la hora de los duendes de las animas le decían , no había tenido miedo antes, se desnudó para
meterse entre las cobijas y un escalofrió le recorrió la nuca ,sintió la presencia
de una mujer que lo miraba .volteo ,no
había nadie sonrió –puta madre déjenme tranquilo carajo- era un viejo conjuro.
Apago la luz y rezo la oración que su mama le enseño de niño.
Durmió tranquilo, no recordó si soñó.
Despertó con hambre, al costado estaba la antigua taberna
Cordano, desayuno un café caliente fragante, la mesa de mármol los pisos
gastados y la puerta batiente lo transportaban al pasado, los mostradores de
maderas centenarias y estantes con puertas de vidrio no dejaban de asombrarlo
devoro un pan con jamón del país, seguían tan grandes y buenos como cuando su
padre lo llevaba de niño.
Camino sin rumbo por las calles fue a la iglesia San Francisco,
inmensa con campanarios allí se venera a San Judas Tadeo, en Noviembre son sus
fiestas, hizo unas peticiones al santo de los imposibles. Salió y en atrio las
palomas revoloteaban.
Paso por la calle de
los artesanos en cuero donde las botas trabajadas a mano eran bellas. Llego a
la plaza de Armas poca gente, turistas tomando fotos a la casa de gobierno, la
catedral de imponente arquitectura y balcones misteriosos. Se sentó
en las gradas a ver pasar la gente sin apuros, agradecía ser dueño de su tiempo.
Algunas tiendas habían cambiado pero en general el complejo arquitectónico, la
municipalidad, el club de la unión, tenían coherencia con la plaza y la pileta
central.
Camino por el pasaje Olaya
que había perdido elegancia,
enrumbo por el jirón de la Unión, popularizado, venido a menos, lejos estaban
los tiempos del jironeo por las mejores tiendas de la capital , locales de
comidas grasientas almacenes de ropa china. Multicines, locales de tatuajes,
ambulantes de chucherías, no se detuvo mas tiempo del necesario era un lugar de
mal gusto. La antigua y elegante Galerías Boza, no era más que un pasaje de
medio pelo.
Llego a la plaza San Martín ,era cerca de medio día, se acercó
al antiguo Hotel
Bolívar grande
centenario , era una plaza grande bonita, bien cuidada, decenas de personas la atravesaban
presurosas, así es en todas las grandes ciudades. En los bancos de mármol
viejos conversaban de jubilaciones o política a, comenzaba a salir un tímido
sol en el nublado cielo.
Se fue a los portales, ¿sobrevivía una vieja librería?. a
lado una pastelería que sigue preparando uno de los mejores turrones de doña
Pepa, compra un buen pedazo no podía dejar pasar ese antojo. A veces compraba
también un pan dulce más conocidos como
chancay, que le recordaba los lonches en
Chosica.
pastelería San Martín Portal Zela, |
PORTAL ZELA |
Subió como para el Parque Universitario, por Colmena, antes de llegar a la esquina vio el local
del antiguo bar Palermo , cuando termino secundaria en Chosica, venía a Lima a
una academia a prepararse para entrar a la universidad y se quedaba horas escuchando a los poetas escritores y
políticos , ahora es un negocio , pero por el año 1974 terminaba un ciclo de un
punto de encuentro cultural , estaba frente al paradero de los colectivos a
Chosica , casonas antiguas, bares con aserrín, cerca a la Casona de San Marcos,
poetas escritores de la ciudad , eran los contertulios de ese y otros bares del
centro de una Lima antigua, gris que ya no existía ,regreso a la plaza San
Martin la cruzo rumbo a Quilca, el cine Colon cerrado, al lado del decimonónico
club Nacional.
el Queirolo. |
Los sitios de libros y revistas usadas y pirateadas ,
música, en la esquina con el jirón Camana el bar Queirolo, sobreviviente,
antiguo querendón , buena comida y lindo
sitio para conversar, y ver pasar la
tarde sin prisa, bajo por Belén también
libros y antigüedades le encantaba la
zona calles antiguas, con zaguanes
virreinales, termino en el la
plaza Francia frente a la iglesia de la Recoleta , se sentó a tomar un poco de
agua, el centro de Lima era un lugar para volver siempre, los viejos
ajedrecistas de la plaza esperando a los chicos que aprendían dejando su sol
por partida perdida.
Vio la iglesia y los
portales donde funciono la universidad Católica, el viejo local de la escuela
nacional de Ballet, en un segundo piso parecía abandonado, en una esquina un
inmenso local albergaba varios puestos de libros de segunda y piratas , le
asombro la cantidad de libros en rumas que había, quería decir que existía una
gran demanda lo que le alegro , saber
que la gente leía, no era como decían que no lo hacía, el problema era el
precio y la poca capacidad adquisitiva de la gente.
Compro un viejo libro
el Iching con la traducción de Lauer, que durante mucho tiempo le sirvió
para ganarse unas moneda adivinando el futuro con tres viejas monedas lo metió
en la mochila pensó practicar el viejo arte de los hexagramas.
plaza Francia |
iglesia La recoleta plaza Francia. |
Regreso por la avenida Wilson, siempre transitada, edificios
plomos antiguos hasta la colmena, fue hacia la izquierda de nuevo por Quilca,
se detuvo al abandonado cine Tauro, se había convertido un fumadero de
droga y los adictos tirados, cubiertos por raídas frazadas tirados en el suelo, era imprudente seguir por esos lares, siguio hacia el norte como quien va a Rímac negocios pobres.
Camino hacia el jirón de la Unión y en una esquina encontró
el viejísimo restorant Carbonell entro a beber un café, estaba cerca al teatro municipal, ya estaba arreglado después pues
del incendio de hace años.
El centro de la ciudad poco a poco iba perdiendo su encanto,
esa vieja personalidad pocos lugares seguían bien conservados. Se acercaba el
bicentenario de la independencia nacional y un incendio en una esquina frente a
la plaza había destruido el centenario edificio Giacoletti, todo el centro me recordaba a esos viejos caballeros, muy
ancianos que salían a cobrar sus exiguas pensiones con sus mejores prendas mil
veces usadas, pasados de modas, remendadas con manchas antiguas, pero tratando
de mantener vanamente, el antiguo esplendor, de los buenos tiempos.
Igual seguiría regresando, el deterioro, la pelea contra el
tiempo, los recuerdos, lo atraían como un imán, el centro mantenía el encanto
de las damas antiguas que resisten a pie firme y con esa coquetería fina
el paso del tiempo.
Noviembre una Lima que se va
No hay comentarios:
Publicar un comentario