miércoles, 7 de noviembre de 2018

EL CENTRO DE LIMA




                                                     LIMEÑO MAZAMORRERO



Morado. Ácido morado sobre cielo ceniza.
 Sucia la niebla podrida en pescado
 Morado dulce en alfombra
 Morado turbio y ondulante en cuerpos morenos
Morado tibio en mañana fría: mojada”

En Octubre no hay milagros
Oswaldo Reynoso.






El viejo extraño de pelo largo quiere ver  Lima , el bus  llego al viejo distrito de la Victoria, a pesar de estar cerca de media noche, la ciudad bullía , vendedores ambulantes, de todo, choclos calientes, dulces ,café, fruta ,el transito ya menguaba, y muchos taxis esperando a los pasajeros del bus, había que tener cuidado al escoger el taxi  además del precio a acordar ver o intuir la seguridad,  que no vaya a ser un delincuente , que a  los minutos los asalte.

Mientras tomaba un emoliente  veía a los taxistas, hasta que llego un destartalado auto con un chófer que le inspiro confianza. Tomo su mochila y le dijo – al hotel Europa detrás de Palacio más o menos -  le dijo-. Quedaron en 10 soles, Paso  por el paseo de los héroes navales frente al gran mall  la gran avenida semi oscura y el inmenso Palacio de Justicia, las calles se angostaron, eran las mismas de siglos ,muchas con zaguanes desvencijados mi l veces pintados, calles oscuras, con sombras siempre sospechosas, cruzaron la  plaza San Martín pasando por lo que fue le cine Metro, recordó las tantas veces que en su juventud, paso por allí ,los mítines políticos los enfrentamientos de estudiantes, manifestantes con la policía, del mimo que congregaba decenas de gentes , llevo el arte a la calle, Acuña,  después llegarían los chabacanos cómicos ambulantes , mañana volvería por allí.

Llegaron al hotel, pequeño, cerca de la gran iglesia era antiguo pequeño, barato un hotel de turistas mochileros, a dos cuadras de la hermosa Plaza de Armas.


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Se hospedo, lo conocían cada cierto tiempo llegaba allí los hombres habían envejecido, se preguntó qué tan viejo podía estar el mismo. Llegaron al cuarto a través de una escalera de mármol mil veces transitada, gastada, con mil historias encima. Oscuro el dormitorio paredes altas, piso de madera muy antigua, astillados con una alfombra delgada, l ventana alta y con dos puertas le daban un encanto particular.se recostó sobre la cama y la sintió fría, húmeda así era Lima.

Se quedó profundamente dormido , algo lo despertó a las tres, lo supo sin ver el reloj, desde que hacia guardias en el hospital se despertaba a esa hora, sin necesidad de despertador ,sentía que alguien lo despertaba suavemente, era la hora de los duendes de las animas le decían ,  no había tenido miedo antes, se desnudó para meterse entre las cobijas y un escalofrió le recorrió la nuca ,sintió la presencia de  una mujer que lo miraba .volteo ,no había nadie sonrió –puta madre déjenme tranquilo carajo- era un viejo conjuro.

Apago la luz y rezo la oración que su mama le enseño de niño. Durmió tranquilo, no recordó si soñó.

Despertó con hambre, al costado estaba la antigua taberna Cordano, desayuno un café caliente fragante, la mesa de mármol los pisos gastados y la puerta batiente lo transportaban al pasado, los mostradores de maderas centenarias y estantes con puertas de vidrio no dejaban de asombrarlo devoro un pan con jamón del país, seguían tan grandes y buenos como cuando su padre lo llevaba de niño.

Camino sin rumbo por las calles fue a la iglesia San Francisco, inmensa con campanarios allí se venera a San Judas Tadeo, en Noviembre son sus fiestas, hizo unas peticiones al santo de los imposibles. Salió y en atrio las palomas revoloteaban.

 Paso por la calle de los artesanos en cuero donde las botas trabajadas a mano eran bellas. Llego a la plaza de Armas poca gente, turistas tomando fotos a la casa de gobierno, la catedral  de imponente  arquitectura y balcones misteriosos. Se sentó en las gradas a ver pasar la gente sin apuros, agradecía ser dueño de su tiempo. Algunas tiendas habían cambiado pero en general el complejo arquitectónico, la municipalidad, el club de la unión, tenían coherencia con la plaza y la pileta central.

Camino por el pasaje Olaya  que había perdido elegancia,  enrumbo  por el jirón de la Unión,  popularizado, venido a menos, lejos estaban los tiempos del jironeo por las mejores tiendas de la capital , locales de comidas grasientas almacenes de ropa china. Multicines, locales de tatuajes, ambulantes de chucherías, no se detuvo mas tiempo del necesario era un lugar de mal gusto. La antigua y elegante Galerías Boza, no era más que un pasaje de medio pelo.

Llego a la plaza San Martín ,era cerca de medio día, se acercó al   antiguo Hotel  Bolívar                grande centenario , era una plaza grande bonita, bien cuidada,  decenas de personas la atravesaban presurosas, así es en todas las grandes ciudades. En los bancos de mármol viejos conversaban de jubilaciones o política a, comenzaba a salir un tímido sol en el nublado cielo.


Se fue a los portales, ¿sobrevivía una vieja librería?.  a lado una pastelería que sigue preparando uno de los mejores turrones de doña Pepa, compra un buen pedazo no podía dejar pasar ese antojo. A veces compraba también un pan dulce  más conocidos como chancay, que le recordaba los lonches  en Chosica.

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pastelería San Martín Portal Zela,


PORTAL ZELA


Subió como para el Parque Universitario, por Colmena,   antes de llegar a la esquina vio el local del antiguo bar Palermo , cuando termino secundaria en Chosica, venía a Lima a una academia a prepararse para entrar a la universidad y se quedaba horas  escuchando a los poetas escritores y políticos , ahora es un negocio , pero por el año 1974 terminaba un ciclo  de  un punto de encuentro cultural , estaba frente al paradero de los colectivos a Chosica , casonas antiguas, bares con aserrín, cerca a la Casona de San Marcos, poetas escritores de la ciudad , eran los contertulios de ese y otros bares del centro  de una Lima antigua, gris  que ya no existía ,regreso a la plaza San Martin la cruzo rumbo a Quilca, el cine Colon cerrado, al lado del decimonónico club Nacional. 

el Queirolo. 


Los sitios de libros y revistas usadas y pirateadas , música, en la esquina con el jirón Camana el bar Queirolo, sobreviviente, antiguo querendón , buena comida  y lindo sitio para conversar, y ver  pasar la tarde sin prisa,  bajo por Belén también libros y antigüedades  le encantaba la zona calles antiguas, con zaguanes  virreinales,  termino en el la plaza Francia frente a la iglesia de la Recoleta , se sentó a tomar un poco de agua, el centro de Lima era un lugar para volver siempre, los viejos ajedrecistas de la plaza esperando a los chicos que aprendían dejando su sol por partida perdida.

Vio la iglesia  y los portales donde funciono la universidad Católica, el viejo local de la escuela nacional de Ballet, en un segundo piso parecía abandonado, en una esquina un inmenso local albergaba varios puestos de libros de segunda y piratas , le asombro la cantidad de libros en rumas que había, quería decir que existía una gran demanda lo que   le alegro , saber que la gente leía, no era como decían que no lo hacía, el problema era el precio y la poca capacidad adquisitiva de la gente.
Compro un viejo libro  el Iching con la traducción de Lauer, que durante mucho tiempo le sirvió para ganarse unas moneda adivinando el futuro con tres viejas monedas lo metió en la mochila pensó practicar el viejo arte de los hexagramas.


plaza Francia 




iglesia La recoleta
plaza Francia.
Regreso por la avenida Wilson, siempre transitada, edificios plomos antiguos  hasta la colmena, fue hacia la izquierda de nuevo por Quilca,  se detuvo al abandonado cine Tauro, se había convertido un fumadero de droga y los adictos tirados, cubiertos por raídas frazadas tirados en el suelo,  era imprudente seguir por esos lares, siguio hacia el norte como quien va a Rímac negocios pobres.

Camino hacia el jirón de la Unión y en una esquina encontró el viejísimo restorant   Carbonell entro a beber un café, estaba cerca al teatro  municipal, ya estaba arreglado después pues del incendio de hace años.

El centro de la ciudad poco a poco iba perdiendo su encanto, esa vieja personalidad pocos lugares seguían bien conservados. Se acercaba el bicentenario de la independencia nacional y un incendio en una esquina frente a la plaza había destruido el centenario edificio Giacoletti, todo el centro  me recordaba a esos viejos caballeros, muy ancianos que salían a cobrar sus exiguas pensiones con sus mejores prendas mil veces usadas, pasados de modas, remendadas con manchas antiguas, pero tratando de mantener vanamente, el antiguo esplendor, de los buenos tiempos.

Igual seguiría regresando, el deterioro, la pelea contra el tiempo, los recuerdos, lo atraían como un imán, el centro mantenía el encanto de las damas antiguas que resisten a pie firme y con esa coquetería fina el  paso del tiempo. 


Noviembre una Lima que se va













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