EL SONIDO DEL SILENCIO.
Es un silencio que lo llena
todo. La gente lo quiere enterrar, prenden la tele, la radio cualquier cosa que
lo desaparezca, no quieren sentir el silencio.
Estamos acostumbrados al ruido
de la ciudad, todo el día los motores de los carros, sus bocinas desesperadas, prohibidas,
pero igual suenan, saben que no hay quien los multe. Los frenazos sobre el
asfalto, todo el día, las horas punta, nos hemos acostumbrado al ruido
permanente.
Las ambulancias de noche sin tránsito
despertándote a las 2 de la mañana, los bomberos bulliciosos raudos ante la
indiferencia de los conductores, no les dan paso, alguien agoniza dentro.
Se atenúa, pero no desaparece
en la noche, nos hemos acostumbrado al arrullo de los carros de la tele y sus
noticieros de muertos y asaltos, no dormimos sino hay siquiera un ruido, aunque
sea leve y esporádico.
De pronto en la ciudad reina
el silencio más nocturno, es raro, no oír
el bullicio de la calle, lo extrañamos, era parte de nuestra vida, la bullaranga.
Es un siglo de ruido permanente, no te deja estar solo contigo, te atosigan de
propagandas publicidad, que de pronto estás tarareando el estribillo de un detergente,
de un banco, tus pensamientos son distorsionados por la permanencia del sonido.
El silencio nos asusta, debe
ser ancestral, desde la soledad en la caverna sentado en la entrada, solo el
hombre y su fogata, esperando que llegue una fiera, tenía el oído más agudo más
desarrollado, llego el momento que el silencio era reposo, seguridad en alerta,
solo interrumpido cada vez menos. por las fieras que asolan o por el ataque de la
tribu enemiga. El oído era un aliado.
Así vino el tiempo de la
seguridad del hogar se instaló la radio todo el día. y en las guerras había que
permanecer en silencio ese silencio mortal previo al ataque, al bombardeo desde
los aires, de las metrallas enemigas de los cañonazos que destruían la casa, la
familia, lo conocido para entrar en el silencio de la incertidumbre.
Sin guerras, sin peligros ancestrales
el silencio que nos atemoriza es el recuerdo que precede la muerte, el silencio
de los cementerios, solo roto por el viento entre sauces llorones, hemos
perdido la capacidad de disfrutar los breves momentos donde puedes escuchar los
latidos del corazón. preferimos prender la radio, en su compañía sentimos que
no estamos solos, en esta sociedad de gente aislada en sus afanes, en sus
negocios, en sus deudas, en sus desamores es mejor la bulla que enmudezca las preocupaciones,
y de pasada los pensamientos, las ideas, las creaciones.
El silencio me retrae a los
tiempos universitarios en Ica, solo en mi cuarto de noche, la televisión aburría con la
repetición de sus programas, igual la radio está cerca, pero nos imponen gustos
ranking canciones número uno hasta el cansancio acompañada de la fina cortesía
del producto x, muchos ratos en la soledad de la noche estas despierto , no escuchas nada. De vez en cuando un camión
lejos muy lejos por la carretera, estas solo con tus recuerdos. Hoy, igual la ciudad
y su silencio envolvente.
El silencio que angustia
esperando la mala hora, la mala nueva, el amigo que enferma el familiar que
ingresa a un hospital, y vienen las nubes negras de la imaginación, de la que
debes guarecerte para que no sean las lluvias rojas.
Deje de escuchar las cifras de
espanto en aumento, y las que disminuyen las esperanzas, ya me se de memoria
que los presupuestos de salud son pocos que las arcas están llenas, no se para
que, es como un papá con los hijos enfermos y sin colegio, pero con los
bolsillos llenos y se pavonea con los amigos miren cuánta plata tengo.
Me pongo mis auriculares,
tampoco quiero sentir el silencio angustioso del parto del nuevo mundo.
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