dedicado a las mamas que con su sabiduria natural
nos curan.
Siempre es un lugar, que existió
siempre, hoy no sabe si seguirá
existiendo, una plaga ha llegado de allende los mares, el mal hace que los
habitantes envejezcan muy rápido en semanas y mueran viejitos.
Gobierna Leoncio Leónidas León III, y no sabe cómo
enfrentar tan tremendo mal que está terminando con la mano de obra de los
campos de cultivo, de los molinos, los más viejos murieron más rápido , no fue
tomado muy en cuenta porque ya no producían tanto, su proceso de envejecimiento no fue muy
visible, de pronto el reino se fue quedando sin viejos.
Cuando el mal comenzó en
hombres y mujeres adultos, que en unos días encanecían, la piel se le secaba se les caían los dientes , las espaldas se
encorvaban en semanas estaban tan
delgados que se le podían contar los huesos y de pronto muy quedamente morían.
Los médicos, provistos de la máscara
picuda y su ayudante sahumador ahuyentando los malos aires trataban de curar con pócimas de rejuvenecimiento,
potingues de grasas y sebos de animales con esencias y tinturas de su secreto
conocimiento ,todo resultaba
insuficiente la población seguía envejeciendo demasiado rápido y los
campos despoblándose.
Los condes y marqueses se encerraron
en sus inmensas fincas de verano con sus fieles vasallos y las despensas bien
aprovisionadas, para no tener contacto con los pobres que enfermaban y se
pasaban la enfermedad entre pobres, dictaminaron los sabios. Mas, cuando se enfermó
el rico dueño de un molino y el de una hacienda de crianza de vacas y cerdos.
Vieron que dicho mal no respetaba mejores fortunas, descubrieron que ambos
dueños habían estado cerca con sus jornaleros.
Las miasmas y homúnculos eran
los culpables, un sabio había postulado que los sudores de amores clandestinos ,
que caian en el suelo de los campos los
bosques se convertían en piojos que al chupar la sangre de la gente los infectaba,
la inquisición lo tenía en la mira por malos pensamientos.
El rey convoco a los sabios más
connotados, para dar fin a la peste, hubo propuestas varias, la primera encerrar a todos
para que no se siga extendiendo, ¡¿Quién trabajaría? ¿Cómo se pagarían los
impuestos al rey para que siga reinando?
La jojoba , grasa refinada de jabalí con eucalipto, agua a la luz de
luna llena, veneno de araña en glóbulos, ajo como se combatió a los vampiros,
empapar el pañuelo con pachuli al salir a las calles, otros trucos en otros
reinos usan el cáñamo en pipas dijo un sabio distraido y así se iban probando
remedios.
La población se iba diezmando,
los niños eran los que quedaban libres pero todo adulto quedaba expuesto.
Hasta que un día el rey salió
a ver de incognito que estaba pasando, vio a unos niños jugando sin zapatos en
el barro, y se quedó viendo lo que hacían, ordeno a sus soldados siguieran y
vieran que hacían los niños para no enfermar. Después de una semana donde los
sabios seguían encerrados, muchos habían venido de sus torres llenas de libros,
otros de sus laboratorios secretos, ninguno tenía mucho tiempo para salir a la calle
-no tienen calle- le dijo al rey una cortesana
de gran hermosura y mucha calle.
Los niños juegan mucho,
duermen mucho y chupan el néctar de unas flores silvestres algunas rojas otras
naranjas. Ordeno el rey proclamar a los cuatro vientos con trompetas que todos
habitantes del reino se pusieran a jugar, dormir más y chupar jugos de las flores.
Algo menguo la epidemia, que noticias llegaron de otros reinos lejanos se seguía
propagando.
Otro día en su caminar disfrazado entro al bosque,
encontró a una vieja sabia en conocimientos de hierbas a la que los santos
varones de iglesias y capillas le decían bruja y los sabios oficiales
convocados en reunión permanente no la aceptaban porque era mujer, vieja y pobre.
Aunque la mujer sabía más por vieja que por diabla lo reconoció por las manos
bien cuidadas y sus palabras que pretendían ocultar su regia autoridad
escondida en trajes de faena sin lograrlo.
Se puso a conversar con ella
que más vieja no podía ser, y no podía envejecer ni con enfermedad plaga,
epidemia pues los años se habían acumulado en sus arrugas, conocimiento,
sapiencia y cariño como armadura de todo mal y dispuesta compartirlo con el que
así lo quisiera, coincidió que la gente ya no jugaba ni se distraía,
solo trabaja y trabaja, no dormía lo suficiente, todo para que el rey pudiera
cobrar sus impuestos. le dijo
– ponte estos cristales mágicos
en la boca te mantendrán alejado de todo mal-
¿Dónde encontrare estos
cristales ‘? Para poder repartirlos entre la gente y que no envejezcan tan rápido
pregunto el rey desenmascarando su corona.
La mujer sonrió y le dijo –se quién
eres Leoncio-
Soy tu hermana mayor, nuestro padre no podía
tener una primogénita, mamá me regalo a las mujeres sabias del bosque, ellas me
criaron y educaron. –no te preocupes
nunca reclame nada, menos ahora- ¿para que ya? Se preguntó la mujer. Sobre los
cristales mágicos, te diré que están en el salario escaso, si ordenas que los
aumenten la gente no enfermara.
¿Cómo se llaman los cristales?
insistió el rey.
– no hay mayor secreto – son grano de sal común, lo pones en la boca unos
minutos haces una gárgara y la gente, volverá a reír, a jugar, a descansar.
En tus manos está la curación,
dijo la mujer regresando lentamente al interior del bosque.
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